News Soliclima 3/02/2006 - 18:39h
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Ya los romanos usaban un sistema parecido a nuestro suelo radiante, aunque no funcionaba con conductos de agua, sino de aire: el hypocaustum. Entre el suelo del terreno y el suelo de la habitación propiamente dicho, se dejaba una cámara de aire de aproximadamente medio metro de altura; una serie de columnas servía de sujeción del suelo de la habitación. Junto a la habitación había un horno donde se producía una combustión, y el aire caliente era conducido hacia el hueco situado bajo la habitación, calentando de esta forma la estancia.
Tampoco la energía minihidráulica es un invento de nuestro tiempo: ya desde tiempo de los griegos se aprovecha la presión del agua de los ríos con mecanismos mecánicos como los molinos de grano o las ruedas hidráulicas, similares a las que aparecen en las películas del oeste en los barcos de vapor.
Los molinos que aprovechan la fuerza del viento también tienen solera: los primeros aparecieron en Persia sobre el siglo VII de nuestra Era. Los gigantes que perseguía Don Quijote aparecieron sobre el siglo XII en Europa y se usaron, así mismo, para moler grano o bombear agua.
La energía basada en la biomasa, es decir, en todos aquellos combustibles de origen biológico como leña, purines, caña de azúcar, etc., tiene también su uso tradicional: no es más que biomasa el fuego del hogar sobre el que se ha cocinado durante generaciones usando la leña que se encontraba en el bosque.
La geotermia se basa en la capacidad que tiene el suelo de mantenerse a la misma profundidad siempre a una temperatura homogénea, independientemente de las condiciones climatológicas existentes en el exterior. El recurso habitual que hemos usado a lo largo de la historia es almacenar los alimentos en bodegas o sótanos que se mantienen frescos a pesar de una elevada temperatura exterior.