News Soliclima 12/07/2007 - 17:17h
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Su alto impacto ambiental está llevando a algunos países a sustituirlas por otras biodegradables, cobrarlas, o incluso prohibirlas
El impacto medioambiental de las bolsas de plástico es enorme. Además de las grandes cantidades de energía necesarias para su fabricación, están compuestas de sustancias derivadas del petróleo, que pueden tardar en degradarse más de medio siglo. Asimismo, las bolsas serigrafiadas pueden contener residuos metálicos tóxicos.
La gran mayoría acaba siendo desechada sin control, contaminando tanto las ciudades como los ecosistemas naturales. En el mar su impacto puede ser letal para animales como tortugas, ballenas o delfines, que mueren tras ingerirlas.
Estados Unidos y la Unión Europea consumen el 80% de la producción mundial, aunque su generalización en los países en vías de desarrollo está agravando el problema. En España, cada ciudadano consume de media al año 238 bolsas de plástico: más de 97.000 toneladas, según Cicloplast, que agrupa a fabricantes y distribuidores de bolsas, de las que apenas se recicla el 10%.
Por ello, algunos países están planteando diversas medidas para reducir su uso. Una posible solución es sustituir el material de estas bolsas por otros totalmente biodegradables. En España, el Ministerio de Medio Ambiente pretende para 2015 que el 70% de las bolsas posean dicha propiedad. En Francia, una Ley de 2005 sobre Política Agraria dispone que en 2010 todas las bolsas de plástico debieran ser biodegradables. Asimismo, las campañas de sensibilización en este país han conseguido que se reduzca en un 20 % la utilización de las bolsas convencionales.
Por su parte, Italia ha aprobado una ley que prohíbe las bolsas de plástico no biodegradables a partir de 2010, aunque la Comisión Europea ha argumentado que esta prohibición contraviene la Directiva sobre Envases y Residuos de Envases.
En cualquier caso, la producción de estas bolsas de bioplástico comienza a estar en auge. En España, la filial del grupo Sphere, primer productor europeo y cuarto mundial de bolsas de plástico, ha producido ya 80 toneladas de este plástico ecológico, para lo que utiliza fécula de patata. Esta empresa, con sede en Utebo (Zaragoza), lleva medio año utilizando este sistema, desarrollado por dos compañías del grupo, la francesa AdventAgri y la alemana Bistec.
En Italia, las empresas Novamont y Coldiretti han llegado a un acuerdo para implantar un sistema de fabricación de plásticos biodegradables a partir del maíz y del girasol que cubra todo el proceso productivo. Sus responsables asumen que una de estas bolsas cuesta entre 8 y 9 céntimos de euro, frente a los 5 céntimos de la bolsa tradicional. No obstante, destacan que su precio bajará al generalizarse su uso, y recuerdan sus ventajas ecológicas.
En Canadá, la compañía EPI (Environmental Plastic Additives) ha desarrollado un aditivo, denominado TDPA (Totally Degradable Plastic Additives), que permite a los plásticos convencionales volverse biodegradables. En este caso, el coste de fabricación de las bolsas es un 10% mayor. En Francia, la denominada bolsa "Néosac" utiliza una tecnología similar, desarrollada por varios industriales franceses, que ya está siendo distribuida en varios locales y supermercados galos. Su coste es también algo mayor que las clásicas: entre un 25 y un 30% más.
Cobrarlas o prohibirlas
En otros países se plantean medidas más drásticas para frenar su uso. Por ejemplo, en Suecia o Alemania el cobro de las bolsas está generalizado, si bien los consumidores están más concienciados y suelen reutilizarlas o emplean bolsas de tela.
En otros lugares han optado por la vía de los impuestos. En Irlanda ha implantado el "plustax", que obliga al pago de 15 céntimos de euro por cada bolsa que utilicen los consumidores. En Hong Kong, una tasa medioambiental similar a la irlandesa, obliga a pagar por cada bolsa unos 50 céntimos.
Por su parte, algunas ciudades de Estados Unidos se están planteando prohibir directamente su uso, como en San Francisco, Boston o Berkeley. En Los Ángeles se estudia sustituirlas por otras recicladas y biodegradables. Por su parte, en la localidad inglesa de Devon las han eliminado de los establecimientos comerciales, ofreciendo en su lugar bolsas de papel o de tela.
En definitiva, los consumidores son claves en este proceso, por lo que resulta fundamental adoptar costumbres como reducir en lo posible su uso, reutilizar las bolsas llevándolas plegadas para compras inesperadas, y mejor si son de tela o papel. Asimismo, hay otras formas de transportar las compras, como cajas de cartón, cestas o carros.
Bolsas reutilizables
Bolsas reutilizables muy 'fashion'
Algunos diseñadores europeos creen que moda y ecologismo son compatibles. Por ello, han lanzado varias bolsas de mercado reutilizables para estar a la última, con precios que no defraudarán a los más elitistas. Por ejemplo, el modelo "Silky Pop" de Hermes, fabricado en piel de becerro, cuesta unos 711 euros; una bolsa de nylon de Consuelo Castiglioni cuesta unos 625 euros, mientras que para comprar una de lona orgánica de Stella McCartney hay que desembolsar unos 367 euros.
No obstante, también hay bolsas reutilizables aptas para todos los públicos. La cadena de mercados Trader Joe's vende una por un euro y medio aproximadamente. Un poco más cara - cuestan unos 11 euros - pero mucho más creativa, es la de la diseñadora británica Anya Hindmarch. Su modelo "I'm Not a Plastic Bag" ("No soy una bolsa de plástico") se ha popularizado en la web de subastas eBay, donde ha conseguido facturar 10 veces más.
Fuente: consumer.es