La celebración en esta fecha se origina por primera vez en 1998, debido a la Primera Conferencia Internacional de Eficiencia Energética, que se desarrolló en Austria, donde más de 350 expertos y líderes de 50 países se dieron cita para tomar las medidas necesarias para afrontar la posibilidad de un agotamiento de las fuentes de energía fósiles a corto plazo.
La eficiencia energética se plantea como una de las políticas de freno para el cambio climático y para conseguir sociedades más sostenibles, junto con el desarrollo de energías renovables y una política de transporte menos agresiva con el medio. Hoy la eficiencia energética busca mejorar o mantener nuestra calidad de vida utilizando para ello menos recursos. ¿Cómo? Mejorando los procesos, utilizando productos más innovadores y menos contaminantes y, en definitiva, consumiendo de manera más inteligente.
Sin embargo esto no implica renunciar a la calidad de vida, sino luchar por conseguir bienes y servicios energéticos usando para ello menos recursos.
El Ministerio de Ambiente informa que con pequeños cambios en hábitos y actitudes se puede garantizar la protección del ambiente y reducir el consumo, lo fundamental es ponerlos en práctica: apagar las luces al desocupar aulas, oficinas y baños, aprovechar la luz natural en la oficina y del hogar y evitar el uso innecesario de luz ornamental en exteriores y jardines, e instalar sensores de movimiento en áreas comunales, para que las luces se mantengan apagadas cuando no transiten personas, y sustituir luces incandescentes por lámparas fluorescentes o bombillas de bajo consumo.
Sin embargo, el potencial de mejora es todavía enorme. Uno de los obstáculos primordiales que seguimos afrontando es la falta de concienciación entre consumidores y administración pública, que en muchas ocasiones no perciben la eficiencia energética ni como una prioridad de primer orden, ni como una oportunidad de ahorro.