Los picos en la demanda de electricidad causados por la conducta colectiva de toda una nación tiene un alto coste económico y energético, suponiendo, además, un aumento de las emisiones de CO2. En Gran Bretaña se plantean soluciones a este problema.
-¿Qué cree que ha ocurrido aquí? Jon Fenn, director de operaciones de la Red Nacional Británica, apunta a una gráfica proyectada sobre la pared de su oficina en el centro de control de Berkshire.
La gráfica muestra la demanda total de electricidad del Reino Unido durante una partido entre Inglaterra y Suecia en el Mundial de 2006. La demanda cae a lo largo de la primera parte, seguida de un pico durante el desacanso, con un nuevo descenso, otro pico y una meseta al final del partido. Fenn apunta al punto más bajo de la demanda, durante el final de la primera parte. Y pregunta -¿Qué cree que estábamos esperando aquí? Le miro con cara de duda. -Estábamos esperando a ver si el árbitro alargaba la primera parte.
Para los controladores de la Red Eléctrica, unos minutos demás en un partido de fútbol son algo muy importante. Estos trabajadores están esperando a que cientos de miles de calentadores de agua entren en funcionamiento -los británicos los usan para calentar el agua del té-, incontables puertas de neveras se abran y una multitud de luces de cocinas se enciendan. Durante el descanso de este partido, la demanda de electricidad aumentó en el país dos GW en cuestión de minutos. Esto es equivalente a la capacidad de dos plantas de energía nuclear. 20 minutos más tarde, cuando todo el mundo volvió a sentarse delante de la tele, esta demanda desapareció.
Para anticipar estos picos en la demanda, los ingenieros de la red necesitan poner en marcha de forma rapidísima plantas de generación de energía que en ese momento no estaban funcionando. Unos minutos de más en el partido puede significar perder la energía. Ser demasiado lentos, puede significar un apagón generalizado.
Tomar la decisión en el momento adecuado requiere destreza, y además es muy caro y contaminante. Una clave es mantener una central funcionando a baja potencia, lista para trabajar al 100% en cuanto les llegue la orden desde la oficina de control.
Para cumplir con este tipo de demanda, no puede utilizarse la energía nuclear, dado que estas centrales necesitan días para ponerse en funcionamiento o apagarse. En Gran Bretaña, son las centrales térmicas a base de carbón las que cumplen con este papel de -equilibradoras-. Un estudio sugiere que más de dos millones de toneladas de CO2 se producen anualmente debido a este mantenimiento en -stand by- de centrales térmicas, esperando a que nosotros encendamos nuestras teteras.
No sólo los partidos de fútbol generan estos picos. De hecho, cada día de invierno la demanda de electricidad se dispara durante las horas punta. En el verano, el perfil es diferente: más homogéneo, pero con diferentes picos debido al funcionamiento del aire acondicionado durante las horas más calurosas del día. Fenn admite -Somos estudiantes de la conducta colectiva pública.
David Hirst, un experto en telecomunicaciones, ha desarrollado una tecnología que permite ayudar a evitar la variabilidad de la red. Hirst ha desarrollado una pequeña y barata pieza electrónica que puede ser inserada fácilmente en los electrodomésticos. Actualmente está distribuída por la compañía británica RLtec; esta pieza está continuamente -escuchando la frecuencia de la red-, un indicador de la demanda de electricidad que hay en se momento. Si la frecuencia disminuye, la nevera sabrá que miles de consumidores están aumentando de repente la demanda de electricidad, y que los controladores de la red están a punto de poner en marcha una central térmica. En respuesta, la nevera podría apagar sus funciones menos necesarias hasta que la frecuencia de la red vuelva a ser normal, de forma que no sea necesario consumir tanto carbón.
-Las neveras sólo permanecerían apagadas durante 15 ó 30 minutos, de forma que se asegure la refrigeración de los alimentos, asegura Hirst. Si todas las neveras británicas tuvieran este dispositivo, sería innecesario tener la térmica en funcionamiento a la espera de un pico de demanda.
Ahora bien, las cosas no están tan claras cuando se habla de quién debería financiar la instalación de este dispositivo en la nevera de todo aquel que lo solicite. Teóricamente, a la Red Nacional de Electricidad la compensaría hacer esta inversión, dado que tiene que pagar un precio a los operadores de las térmicas para poder usarlas como sistema de equilibrado de la demanda.
Pero hay otras aplicaciones donde este sistema sería beneficioso, incluso más, puesto que las neveras sólo pueden desconectarse durante unos minutos. Lo más interesante sería poder ponérselo a los lavavajillas. Si en lugar de ponerlos justo después de cenar -los británicos tienen unos horarios de comidas más estrictos que nosotros-, estuviesen programados para funcionar entre las once de la noche y las siete de la mañana, la red tendría 10 GWh de almacenamiento flexible.
Lo mismo ocurrirá con los coches eléctricos cuando se extienda su uso. Lo lógico será cargarlos durante la noche, mientras la demanda es baja. Lo ideal sería que funcionasen como baterías para la Red Nacional; estando enchufados siempre que no los utilizamos para transporte, podrían absorber electricidad cuando hay picos de producción -debido, por ejemplo, a la energía eólica-, y devolverla a la red si hay picos de alta demanda.
Hay otras aplicaciones que demandan electricidad que también tendrían que ser tenidas en cuenta, tales como las bombas de calor para la climatización, los calentadores eléctricos de agua potable de las casas, etc. Coordinar todos ellos nos ahorraría emisiones de CO2.
Las compañías eléctricas del Reino Unido tienen otro sistema en mente para conseguir controlar la demanda: los contadores inteligentes, que permiten una comunicación bidireccional. La compañía eléctrica puede leer el contador desde lejos, y el usuario puede ver cuánta electricidad está utilizando y cuánto cuesta. Desafortunadamente, el consenso sólo llega hasta aquí. A algunos les gustaría que el consumidor sólo pueda ver cuánta energía consume. Otros lo ven como un instrumento de las empresas para que los consumidores no consuman en las horas pico de demanda. Hay incluso quienes desearían que estos contadores permitiesen controlar de forma remota los electrodomésticos de la casa, permitiéndoles operar sólo en las horas de baja demanda. A Hirst le preocupa la influencia que las compañías eléctricas pueden tener a través de estos contadores inteligentes. -¿Realmente quieres que alguien tenga la capacidad de controlar los electrodomésticos de tu casa? ¿Y encima, las compañías eléctrias? Hay grupos de consumidores de acuerdo con esta opinión.
Hirst tiene otra cosa en mente cuando piensa en los contadores inteligentes. Y su modelo se identifica más con la -participación- de los consumidores más que con la -gestión- de la demanda. Cree que podrían ofrecerse diferentes rangos de precio de la electricidad en función de la demanda que exista en ese momento. Los contadores inteligentes recibirían instantáneamente el precio de la electricidad en ese momento y aplicarían la tarifa. De esta forma, una demanda de electricidad elevada también significaría un precio más elevado -y también mayores emisiones de CO2-. Mientras que una demanda baja tendría un precio bajo, y además estaría alimentada en mayor medida por enegías renovables. Los electrodomésticos podrían calcular cuándo conectarse en función de la demanda de energía, pues detectar una frecuencia menor en la red significaría un precio más bajo. El consumidor podría decidir por sí mismo encender la máquina si le corre prisa, sabiendo que también pagará un precio más elevado por su uso.
Según declaraciones de Jessica Strömbäck, de Vaasa Global Energy Think Tank, en una conferencia sobre demanda energética de enero, -Es importante que los consumidores cambien su punto de vista sobre la electricidad dejando de verla como un derecho natural para considerarla el caro recurso que es.
Fuente: The Ecologist vía The Guardian