25/11/2009 - 11:14h

Bioclimatismo: refugio subterraneo

En este artículo, Arché Taller, estudio de arquitectura especializado en bioclimatismo, expone su proyecto bioclimático de vivienda soterrada.

Arquitectura bioclimatica

Arquitectura bioclimatica

Arquitectura bioclimatica

Arquitectura bioclimatica

Arquitectura bioclimatica

Arquitectura bioclimatica

Arquitectura bioclimatica

Arquitectura bioclimatica

Arquitectura bioclimatica

Arquitectura bioclimatica


El refugio o cueva subterránea que presentamos -diseñado, proyectado y construido por Arché Taller-, emplazado en una finca de la provincia de Aragón,  ha sido realizado siguiendo los dictados y las reglas armónicas, que han persistido en la historia de la arquitectura a lo largo de tantos siglos, y que lejos de parecer arbitrarias son el resultado filosófico y estético de un orden en la naturaleza y en el cosmos, todo lo cual llega a conformar la arquitectura bioclimática.
 
Esta vivienda se construyó aprovechando una importante depresión del terreno, generada, posiblemente, por una anterior sustracción del mismo. Este condicionante, unido a un programa de necesidades funcionales propias de una finca de recreo, determinó la forma final del espacio y sus dimensiones.
 
Para entender la idea generadora del proyecto podemos poner el ejemplo de esta simple comparación: imaginemos una pelota de rugby cortada por la mitad justo en su eje mayor, reforzada en todo su interior por nervios; posteriormente, enterrémosla hasta que la cubra la tierra vegetal, practiquémosle una abertura en su  extremo sur, a modo de patio de recibo bajo el nivel del terreno natural y estaremos frente al acceso de la cueva o refugio subterráneo.

Una vez que penetramos,  el espacio estará ordenado según un ritmo constante de arcos ascendentes, cada 2,50 m de separación; el primero sobre el acceso, junto al patio, cubrirá una luz de 6 m, con una altura libre de 2 m; de ahí en adelante irán creciendo hasta llegar al arco mayor de 12m de largo y 3 m de altura. Estaremos entonces en el centro de la cueva.
 
A  continuación, comenzará el mismo ritmo de arcos, pero en forma decreciente hasta el último en el extremo norte del volumen; en el otro sentido, cerrando el espacio que deja cada arco, una losa o cáscara ligeramente abovedada se irá apoyando en cada extremo del arco y en toda su longitud, aumentando proporcionalmente su curvatura a medida que se va aproximando al mismo suelo, para un mejor aprovechamiento del espacio.
 
De esta manera quedará  «reforzado» todo el diáfano espacio de 25 m de largo, los arcos actuaran como guias o rieles por donde se deslizan las cáscaras de cierre que al fundirse con sus apoyos irán conformando -en hormigón armado y planchas de nervometal, como encofrado perdido-, una masa continua, plástica y flexible.
 
Es importante observar como la fuerza abrazadora que propone el envolvente, el movimiento que los planos y superficies sugieren, y la luz natural que se filtra y se cuela rasante por el lucernario que se eleva sobre los arcos centrales, invitan a considerar este el espacio como el dominante de todo el proyecto y, por ello, el centro geométrico y el corazón mismo donde converge la vida de la cueva o refugio.
 
La atracción que es capaz de suscitar el chispeante fuego de una ardiente chimenea aumenta el sentido y el protagonismo del espacio; a su vez la intencionada calidez del ambiente con sus tonos rojizos, naranjas y ocres -producidos por la decoloración de los ácidos aplicados sobre los morteros ricos en cemento- y la diversidad de texturas que la naturaleza de los materiales ofrecen, cierran como un cuadro el gran ambiente de la escena arquitectónica
 
Al otro lado y junto al acceso, queriendo integrarse en el conjunto armónico de formas y materiales, la zona de comer y la de cocinar, abierta y dialogante gracias a una barra tipo bar que la une. Así mismo la doble boca de la chimenea permite aprovechar desde este otro lado su calor, para a su vez cocinar alimentos
 
En el extremo opuesto, la zona de dormitorios no es ajena al concepto envolvente propuesto. Un pasillo central conformará dos dormitorios idénticos, uno a cada lado, y al final del mismo, el principal, la cabecera de mampostería de piedra quedará rematada por el último arco. Todas estas habitaciones tendrán el lavabo y la cabina de ducha integrado en la propia habitación y el váter en cabina independiente.
 

Los revestimientos que cubren los paramentos de toda esta zona ofrecen en textura y color cualidades más relajantes o más propias para la disposición al descanso y al sueño. Los morteros de cal, tan naturales y tradicionales en la construcción de todos los tiempos con sus tonos pastel incorporados en masa dominan el acabado de estas habitaciones. En cuanto a todo el pavimento para el interior fue resuelto con un único material: mortero autonivelante color gris plomo, de pocos milímetros de espesor, protegido con ceras naturales y enmarcado por hileras de ladrillo refractario. De esta manera se asegura una continuidad «limitada» de los diversos ambientes y se dinamiza el plano del suelo al equilibrar con la neutralidad de su color las formas y sus movimientos.
 

El carácter intimista y sugerente propio a una cueva o refugio impuso el tipo y la cantidad de luz entrante desde el exterior. Mientras, la cocina y los dormitorios recibirán puntualmente un foco de luz regulable conducido por tubos reflejantes y captadores solares colocados en el exterior,  la zona central del espacio coincidente con la zona de chimenea y salón-comedor, eleva hacia el sur una cubierta de madera que atrapa el movimiento del sol para introducirlo de diferentes formas y coloraciones de luz; su continua vidriera construida con cristales, botellas y restos de vidrios de diferentes espesores, todos reciclados, producirá el mágico juego de reflejos y tonalidades imprimiendo sutilmente a este interior la atmósfera y el clima deseado.
 
Por otro lado, y dentro siempre del interés de aprovechar lo que otros desechan o no valoran -siguiendo la ley de la tres R: reducir, reutilizar, reciclar-, se recuperaron trozos de piedras de granito, tirantes y palos de madera, objetos y piezas  industriales, etc, para realizar la chimenea, la cubierta de la claraboya, puertas, repisas e incluso la luminaria del conjunto.

En relación a las instalaciones, se siguió el criterio natural de separar las diferentes aguas usadas en negras, las provenientes del váter, las grises traídas por duchas y lavabos y, finalmente las pluviales recogidas en canales  perimetrales a la construcción. Las primeras son conducidas a unos filtros biológicos para ser depuradas y conformar en el terreno redes de agua para riego; las segundas también son tratadas y devueltas al sistema para usarse en las cisternas de váter y las últimas, previa decantación de la suciedad ambiental, para acumularlas y tenerlas como reserva para diferentes usos.
 
Por otro lado, cada habitación lleva un sistema de ventilación natural y forzada, y la zona más amplia de ventilación cruzada. Los paneles solares orientados al sur, servirán  para el calentamiento del agua sanitaria. La calefacción de las habitaciones se ha resuelto ubicando en el pasillo una simple pero eficiente estufa a pellets y leña, accediendo el calor de esta por pequeñas aperturas en los encuentros entre los tabiques y la bóveda. La chimenea central a leña, construida íntegramente en chapa de hierro, por su estratégica ubicación irradia todo el calor que genera en todas direcciones.
 
De todas formas, y una vez más, la experiencia deja a las claras la gran ventaja que la tierra aporta  como aislamiento térmico, ya que crea condiciones estables y óptimas durante todo el año y además es beneficiosa, como es obvio, para la salud y repercute en los costos tanto de climatización como de mantenimiento.
 
Finalmente, podríamos agregar una característica fundamental en las construcciones subterráneas: el hecho mismo de no existir en el paisaje, el de casi no producir ningún impacto visual y, el de permitir que la construcción sobre el terreno, como suele suceder por lo general, sea ocupada ahora solamente por jardines, huertas o tal vez alguna zona deportiva. Por supuesto, en parcelas donde la ocupación puede estar agotada ésta podría ser una interesante solución, sin renunciar por ello al confort y al bienestar tanto físico como psíquico tan necesario este último en los tiempos que vivimos.

El aprovechamiento de los recursos naturales y sus criterios de diseño, imponen un buen hábito tan difícil de abandonar como los principios estéticos que generan el proyecto arquitectónico. Los criterios de diseño utilizados en este proyecto son más propios de la arquitectura y su relación con la naturaleza (arquitectura biolclimática) que a concepciones tecnológicas de complicado entendimiento.

Esta es la enseñanza a modo de conclusión a la que ha llegado Arché Taller después de esta experiencia en donde, con cinco jóvenes inexpertos pero entregados y durante ocho meses de trabajo, vivieron compartiendo el interesante reto de construir artesanalmente una escultura habitable.
 

 
Arché Taller: de Arquitectura y otros oficios, nació como resultado de integrar en un mismo espacio, diferentes gremios y artistas, capaces de investigar y desarrollar obras de arquitectura y diseño interior. En su estudio, se han ido ejecutando desde hace tiempo, proyectos de viviendas y obras de arquitectura con marcado acento creativo y destacado interés artístico.
Su fundador, el arquitecto José María Rubio Anaya lleva más de 25 años desarrollando la profesión, por ello a lo largo de su propia experiencia con diferentes tipos de clientes, el nos comenta:

«La clave que a mi me ha dado resultado a la hora de proyectar y diseñar, no es simplemente el tener libertad para proponer y dar ideas, sino el de crear con el cliente una relación fluida, constante y personal, que haga posible descubrir en éste, no solamente sus necesidades físicas o funcionales, sino la razón y el espíritu que animan sus gustos y sueños, reflejo y proyección del espacio en donde se desarrollará su vida. Las formas, los materiales, y los detalles inclusive, surgirán a medida que las ideas se vayan materializando entre ambos. Creo que el arquitecto es el mejor intérprete de su cliente, el real ejecutor de esos sueños, y por lo tanto el que debe ver en el espacio lo aún no construido.»

Arché Taller: de arquitectura y otros oficios
Dublín - local 39 K. Edificio Dublín. Polígono Európolis 28232 Las Rozas (Madrid)

Tlf.:  916 373 731 / Fax  916 373 751 
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