Las empresas petroleras han sido las primeras grandes multinacionales que coaligadas con los estados occidentales han ido marcando a sangre y fuego el mapa de las fronteras, las guerras abiertas y encubiertas, el desarrollo del resto de la producción industrial (automoción, máquinas-herramientas, químicas, farmaceúticas) y hasta las conciencias de falsa libertad e independencia con la "democratización" del automóvil, con sus consecuencias directas en la rápida transformación de los paisajes humanos y naturales atravesados por las mayores infraestructuras que la historia de la humanidad haya conocido nunca.
Sin exagerar, podemos decir que pétroleo y capitalismo multinacional se dan la mano desde un principio. Los múltiples intereses financieros e industriales vinculados directa o indirectamente al petróleo, bien como fuente de energía bien como materia prima para incontables productos derivados (plásticos y fibras artificiales con las que convivimos como si fueran algo que hubiera existido siempre), conforman el entramado científico-militar-industrial-financiero-político más complejo y enrevesado del capitalismo actual. Hasta tal punto es así que los estados productores de petróleo consideran los datos de previsión de sus reservas como secreto de estado.
Lo dicho, sin embargo, no es ninguna novedad que muchos no supiéramos desde hace tiempo. La novedad es que el uso despilfarrador de los combustibles fósiles coloca a la humanidad y al planeta que habitamos en una bomba de relojería, por su efecto directo en el cambio climático, que está obligando al propio capitalismo y a sus estados a dilucidar cómo seguir produciendo los huevos de oro (sus beneficios) usando menos gallinas (petróleo) al tiempo que nos persuadan (sutilmente o por la fuerza) de la virtud de la competitividad, del libre mercado y de la explotación de casi todos los seres humanos por una minoría. La novedad estriba en que tanto por el previsible agotamiento de las reservas de oro negro a medio plazo (algunos pronostican el año 2025 como fecha de este apocalipsis) como por los perversos efectos medioambientales que está provocando su uso (no olvidemos que la actividad petrolera es una de las industrias que mayores impactos negativos produce en el ambiente y en las comunidades locales asentadas en su área de influencia), el capitalismo realmente existente se ve en el brete de cómo asegurar su continuidad expansiva, su acumulación permanente de beneficios para unos pocos.
En este contexto tiene un especial significado que las élites del oro negro se reúnan en el Congreso Mundial del Petróleo, y que lo hagan en Madrid a finales de este mes de junio. Y por ello mismo es una responsabilidad política y moral el que todas las fuerzas críticas y anticapitalistas agrupadas en el ESAP (
Encuentro Social Alternativo al Petróleo), sepamos dar una respuesta social combativa frente a un evento de tales características, pensado, además para "lavar la cara" al negocio petrolero. Y lo hagamos denunciando e informando, por ejemplo, sobre el ignominioso papel que cumple una de "nuestras" más preclaras multinacionales, Repsol YPF, allí donde se instala (especialmente en tierras de los pueblos sudamericanos): violación de derechos humanos de los pueblos indígenas, corrupción política, impacto ambiental en los ecosistemas"¦ No es que sea la multinacional petrolera más grande, ni siquiera la más peligrosa, pero es la multinacional surgida en el estado español que funciona como todas las multinacionales del capitalismo globalizado: buscando el máximo beneficio para unos pocos inversores y empresarios a costa de deteriorar el medio ambiente y los derechos de las personas.
Tiene especial significado este Congreso del Oro Negro porque entramos en una de las cíclicas crisis económicas del capitalismo, que suelen venir acompañadas siempre por una subida desorbitada del crudo en los mercados internacionales. Y querrán vendernos como siempre que la crisis es cosa de todos y todas, sobre todo de los explotados que tienen que esforzarse para producir más y mejor por menos salarios y derechos para poder paliar y salir de la susodicha crisis.
Y sin embargo ésta su crisis, la crisis de los explotadores, la crisis de sus estructuras, de sus decisiones, de su opulencia, de su despilfarro, de su irracional racionalidad, de su competitividad, de sus beneficios. Dejar claro este punto es tarea también de todas las organizaciones y colectivos participantes en el ESAP con ocasión de este Congreso de los Petrodólares, combatir su discurso del miedo con la necesidad de organizarse para el conflicto, y desenmascarar que la lógica del capital no tiene nada que ver con la lógica de la vida, de satisfacer las necesidades materiales y culturales de todos los seres humanos, la libertad real y el derecho de todas y todos a decidir por nosotros mismos.
El
Congreso Mundial del Petróleo constituye una estupenda ocasión para gritarles bien alto y a la cara:
¡No más sangre por petróleo!