Es muy difícil imaginarse cómo el mundo va a poder producir suficientes cosechas para generar energía renovable y satisfacer al mismo tiempo la enorme necesidad de alimentos", ha señalado.
Según Beddington, para el año 2030, la población mundial habrá crecido tanto que será necesario incrementar en un 50% de la producción alimentaria y para el 2080 habrá incluso que doblarla.
Pero la carrera hacia los biocombustibles significa que cada vez habrá más tierra arable entregada a la producción de biocombustibles en lugar de alimentos.
Según el profesor Beddington, el riesgo de escasez de alimentos en los próximos veinte años es tan agudo que los políticos, los científicos y los agricultores tienen que ponerse ya a buscar soluciones.
Los científicos predicen que las sequías serán más frecuentes a lo largo del siglo, y la demanda de agua será cada vez mayor no sólo porque habrá muchos más millones de personas para beberla sino también porque habrá mucha más necesidad de ella para las cosechas.
Cincuenta toneladas de agua por una de trigo
La producción de una tonelada de trigo requiere, por ejemplo, cincuenta toneladas de agua. Según Beddington, al igual que los gobiernos han decidido tomar medidas contra el cambio climático, es preciso hacer algo para evitar futuras hambrunas.
"La demanda (de alimentos) ha crecido enormemente en el mundo, particularmente en China y la India. Para el año 2030, la demanda de energía habrá crecido en un 50 por ciento y la de alimentos en igual porcentaje", ha sostenido el científico.
Beddington ha calificado, por otro lado, de "locura" la destrucción de los bosques tropicales para cultivar biocombustibles.
Las advertencias del científico británico coinciden con las pronunciadas el jueves en el Parlamento europeo por Josette Sheeran, directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos, Según Sheeran, la producción de biocombustibles ha apartado muchas tierras de la cadena alimentaria, lo que puede constituir una bonanza económica para los agricultores, pero al mismo tiempo perjudicará enormemente a los más pobres del mundo.
El alza del precio de los alimentos se deja sentir no sólo en los países pobres sino también en los ricos como el Reino Unido, donde los precios de la cesta de la compra han aumentado un 17% en dos años se prevén nuevas subidas de productos básicos como el pan por el alza espectacular del precio del trigo.