La introducción de la primera generación de biocombustibles, basados principalmente en biomasa comestible convertida en bioetanol y biodiésel, logra tanto una reducción de uso de fuentes fósiles como de emisiones de CO2.
Sin embargo, se han objetado tanto las eficiencias de conversión como los aspectos éticos de la competencia entre el so energético y alimentario de los recursos (paradójicamente, no hay objeciones a que se destinen miles de hectáreas a cultivar tabaco en vez de productos alimenticios). Pero existe desde hace años una tecnología madura para producir biogás, que podría reemplazar en parte a gas natural y al mismo tiempo coadyuvar en el tratamiento de los residuos agrícolas, pero no basta. Por lo tanto, es necesario pensar en desarrollar biocombustibles de segunda generación y ya se cuenta con un amplio abanico de técnicas disponibles: etanol lignocelulósico, combustibles obtenidos a partir de de syngas (gas de síntesis o gas de ciudad), combustibles líquidos obtenidos a partir de aceites de pirolisis, furmóleo (una especie de petróleo crudo obtenido por despolimerización térmica de residuos orgánicos), madera líquida (otro combustible líquido obtenido de n proceso similar al anterior), y biocoke, carbón obtenido como residuo de los procesos anteriores. El problema no es técnico, sino de aprovisionamiento: todos estos combustibles necesitan biomasa, lo cual querría decir robar tierras a la agricultura para dedicarlas a la agroenergética. La única solución factible a corto plazo provendrá de las algas unicelulares y las cianobacterias. Estos microorganismos poseen ciclos de cosecha extremadamente cortos (de entre uno y diez días), lo cual permite productividades elevadas. En particular, las microalgas producen eficientemente celulosa, almidón y aceites en grandes cantidades. Algunas microalgas y cianobacterias producen glicógeno en vez de almidón, y bajo condiciones anaeróbicas pueden producir biohidrógeno. La fermentación de los residuos del cultivo de microalgas, eventualmente mezclados con otros residuos orgánicos, produce metano.
En los últimos años se han realizado muchas experiencias en este campo, pero es evidente que Europa se ha ido quedando atrás respecto a USA o China.
El proyecto Algal -Biofuels se propone establecer el estado de la técnica de la producción de combustibles basados en algas, analizar la sostenibilidad técnica, económica, social y ambiental de los procesos desarrollados hasta ahora, y realizar una serie de otras actividades. Algunas de ellas cubrirán el desarrollo de procesos, la integración de sistemas producto vos, siempre en la óptica de aumentar la competitividad del mercado de los biocombustibles y minimizar su impacto ambiental. Se espera así tener una especie de compendio de las actividades presentes y planeadas en el campo de la producción de biocombustibles e algas y organizar una serie de seminarios para difundir el conocimiento a todos los niveles, especialmente con miras a facilitar la redacción de las futuras políticas europeas para el desarrollo de los biocombustibles.
Los temas principales serán la producción de bioalcohol, biodiesel, biometano y biohidrógeno. Cada grupo de los que componen el Consorcio de investigación realizará paralelamente estudios de factibilidad y estratégicos que resultarán en la formulación del así llamado Libro Blanco de la I+D en biocombustibles de Algas y Otros Recursos No Comestibles. El desarrollo de combustibles limpios y sin fronteras es crucial para la salud humana y ambiental y la prosperidad global. Probablemente se trata del reto más grande al que se enfrenta la Humanidad del Siglo XXI. Europa no puede quedarse atrás en esta carrera tecnológica.
Fuente: TecnoEnergia
Autor: Mario Rosato