El planeador ya ha peinado los 4.000 metros de profundidad de la Bahía de las Isla Vírgenes entre St. Thomas y St. Croix más de 20 veces desde que inició su aventura, el pasado mes de diciembre y podría seguir haciéndolo por cuenta propia durante otros seis meses, según las estimaciones del equipo del
Woods Hole Oceanographic Institution y de
Webb Research Corporation de Falmouth, Massachusetts.
"Los planeadores están capacitados para realizar tareas que los humanos no querrían o no podrían hacer por problemas de tiempo o de costes", explica Dave Fratantoni, de Woods Hole. "Con la ventaja de que pueden trabajar 24 horas al día en cualquier condición meteorológica", añade.
De vez en cuando, el robot sube a la superficie para marcar su posición utilizando un sistema GPS y para comunicarse vía satélite con el laboratorio. Además, puede estar dotado con sensores para medir la temperatura, la salinidad y la productividad biológica de la zona en la que se sumerjan.
Como explican los investigadores, el planeador cuenta con motores alimentados por baterías y con bombas mecánicas y consigue la energía por la diferencia de temperatura que existe entre las aguas cálidas de la superficie y las profundas y más frías capas del océano.
"Estamos explotando una fuente de energía virtualmente ilimitada a través de la propulsión", ha dicho Fratantoni. Además, la información recopilada por el planeador podría servir a los investigadores para comprender cómo los remolinos afectan a la circulación del océano, desplazando, por ejemplo, las larvas de los peces.