El modelo energético está cambiando. De un combustible fósil contaminante y no renovable, cuya explotación se encuentra en manos de unos pocos, se evolucionará poco a poco hacia un modelo descentralizado donde el aprovechamiento de los recursos renovables locales podrá garantizar no sólo un medio ambiente más limpio, sino una mayor independencia frente a los poderes fácticos.
Hace sólo unos días, la Asamblea General de Arento, grupo cooperativo alimentario de Aragón, aprobó en Zaragoza la puesta en marcha de un novedoso proyecto para extraer aceite de los cultivos de girasol y transformarlo en biocombustible apto para cualquier vehículo diésel. La inversión estimada para llevar a cabo la iniciativa ronda la nada despreciable cifra de 24 millones de euros, pero los cooperativistas están convencidos de que vale la pena el esfuerzo. Porque es pensar en futuro. Un futuro que, particularmente para quienes trabajan en el campo, no se ve precisamente con optimismo.
El anuncio de Arento ha coincidido en el tiempo con los realizados por compañías que, como los cooperativistas aragoneses, trabajan en el sector de la groalimentación. Ebro Puleva informó de la próxima instalación de una planta de biodiésel en Jédula (Cádiz), para la que invertirá unos 53 millones de euros, y SOS Cuétara, por su parte, apuntó que destinará 35 millones para otra planta en Andújar (Jaén).
En un escenario marcado desde hace ya un tiempo por una escalada de los precios del petróleo y sus derivados que parece no tener fin, aumenta el número de empresas que han decidido no esperar a que defiendan sus intereses en materia de combustibles quienes tienen la posibilidad de actuar para conseguir que el crudo baje. Muchas, además, luchan por dar una salida más rentable a la materia prima con que la trabajan. Por ello investigan por su cuenta. Se movilizan por su cuenta. Y colaboran, conscientes o no, en la difusión de una cultura que va más allá del planteamiento puramente pro-ecológico. Es la cultura de las energías renovables, las que son beneficiosas para defender el medio ambiente y las que pueden ayudar a depender menos del petróleo y de quienes influyen en su precio.
Mañana martes, en la Alfranca, en la Puebla de Alfindén, el consejero de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón, Alfredo Boné, y el presidente de General Motors en España, Antonio Pérez Bayona, participarán en la firma de un acuerdo de colaboración entre el Centro Internacional del Agua y el Medio Ambiente (CIAMA) y Saab, la marca de automóviles sueca del grupo GM. Ambos darán cuenta ahí de cómo colaboran -cada uno desde su posición- en el impulso de la citada cultura de las energías renovables. Del desarrollo sostenible. Del trabajo por una atmósfera más limpia que -no olvidemos- el desarrollo, con parques automovilísticos bien dotados, ha ayudado mucho a ensuciar.
Saab entregará entonces al CIAMA el primer 9-5 BioPower que llega a España, un vehículo que funciona con etanol y del que habló recientemente el propio Pérez Bayona en una jornada con ingenieron celebrada en la sede del Centro Politécnico Superior de la Universidad de Zaragoza. El primer directivo español de GM informó entonces de una apuesta del grupo que quizás es menos conocida que la realizada en el campo del hidrógeno, pero de aplicación prática más inmediata. Es la relacionada con los motores de alcohol, que se está demostrando práctica en Suecia. GM está ya negociando con Abengoa para trabajar juntos en esta materia.
Algo muy importante se está moviendo en el mundo al margen del petróleo. Cambiar estructuras tan sólidas y llenas de intereses de entes muy poderosos será difícil, pero la defensa de la cultura de las energías renovables bien vale la pena. Por el campo. Por la sociedad. Por todos.
Fuente: Luis H. Menéndez. El Heraldo de Aragón, 26 de junio de 2006