Un estudio de la Unión Europea asegura que el cultivo intensivo de maiz para producir bioetanol aumenta la contaminación por nitratos del agua potable, con lo cual es necesario aplicar energía adicional al agua para purificarla. De esta forma, los biocombustibles producen más CO2 del que parece.
En Estados Unidos, la ley que regula los biocombustibles estipula que el volumen de biocombustibles que debe ser añadido a los fósiles debe ser incrementado desde los 34.000 millones de litros actuales a los 136.000 millones de litros en 2022.; 56 millones de litros de éstos, pueden provenir de la producción de biocombustibles de primera generación, tales como bioetanol, producido con el maiz. En la Unión Europea, la Directiva recomienda el aumento de la proporción de biocombustibles en los combustibles fósiles de la automoción desde un 22% en 2005 hasta un 5,75% del total en 2010.
El aumento de la demanda de maiz que estas legislaciones causarán puede implicar un aumento de la demanda de fertilizantes artificiales, entre ellos los nitratos, lo que provoca cierta alarma sobre las consecuencias que este mayor uso de nitratos puede tener sobre la calidad del agua en las zonas de cultivo. Por lo tanto, a la energía que cuesta producir el biocombustible, hay que añadirle la necesaria para tratar el problema de la contaminación por nitratos.
El estudio analizó la región del cinturón del Medio Oeste en Estados Unidos, que es donde crece la mayor parte del maiz, y se estudió el impacto que tiene sobre la demanda de energía la depuración del agua contaminado por estos nitratos. El estudio revela que el sistema más eficiente para tratar estas aguas contaminadas es la ósmosis inversa, pues resulta el más económico, eficiente y sencillo de aplicar a escala comercial.
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