Menciona sin rodeos, como le había encargado en octubre de 2004 la Dirección General de Seguridad nuclear y Radioprotección (DGSNR), las consecuencias médicas individuales y de salud pública por explosiones de bombas sucias en lugares públicos, o también por contaminaciones voluntarias de lugares sensibles (estaciones, metros).
«El mundo médico no está listo», indica a Le Fígaro al director la radioprotección humana del IRSN, Patrick Gourmelon. «Ahora bien, lo que sé, es que un día eso puede llegar.» Sin embargo las autoridades hasta ahora no desearon hacer público este informe, cuyas recomendaciones deberían seguirse al pie de la letra para evitar empeorar las cosas. Una de entre ellas sería crear una célula con los representantes de los principales medios de comunicación, de los profesionales de la comunicación de crisis, y de los especialistas en radioprotección, para informar a los franceses…
Primera situación: la explosión de una bomba sucia que mezcla radioisótopos de origen médico e industrial. Es lo que se produjo en la Guyana, en Brasil, en 1987, con la ruptura accidental de una fuente que contenía polvo de Cesio 137 que había contaminado a 249 personas y matado a 4 personas (Se controló a 112.000 brasileños). Los profesores Jean-Marc Cosset (Curie), Norbert Gorin (Sant-Antoine, París), Thierry de Revel (Percy, Clamart) y Patrick Gourmelon (IRSN) analizaron en su informe sus consecuencias. Aparte de los daños corporales y materiales a causa de la explosión, «la afluencia al lugar de un atentado del personal para socorrer a las víctimas» corre el riesgo de hacerse antes de detectar radiaciones. Es necesario pues previamente se busque cualquier contaminación radioactiva por un equipo especializado.
Segunda situación, la que es realmente objeto de toda la atención de los ponentes: el depósito clandestino y no reivindicado de una fuente radioactiva en un lugar público. Un grupo terrorista debe en primer lugar obtener una fuente sellada a alta actividad, o una fuente industrial. ¿Es posible? En diciembre de 2006, la sociedad belga Ellwood Steek Belgium declaró la desaparición de un lápiz de cobalto 60 industrial que no se encontró nunca.
El profesor Jean-Marc Cosset recuerda haber visitado un hospital de Sudamérica donde había desaparecido la cabeza de una bomba de cobalto… «La mayor parte del tiempo, este tipo de contaminación tiene muy pocas consecuencias médicas.» Pero las reacciones de la población…, podrían revelarse devastadoras. El público podría reclamar para la descontaminación «la destrucción pura y simple de algunos edificios y alcanzar costes astronómicos».
Una variante de esta situación es la contaminación voluntaria (con un polvo radioactiva) de lugares «sensibles» destinados «a convertir en inutilizables estructuras tan indispensables como una estación, un metro, un barrio de viviendas o una estafeta, un hospital…» En el menú: la dispersión mecánica a partir de un contenedor del polvo radioactiva con un mecanismo de ventilación, entre otras cosas.
Pero es la utilización de fuentes selladas de alta actividad la que preocupa a la mayoría de ponentes. Un camicaze puede transportar una fuente de cobalto 60 de algunos centenares o incluso algunos millares de curies (decenas de térabecquerels) "sacarla de su contenedor inicial, muy fácilmente», transportarla en una maleta y sacarla en el último momento. El terrorista al contacto se morirá en algunos días, pero habrá tenido tiempo suficiente de meter la fuente en una estación de metro o en un vagón, ya que «el pequeño tamaño de la fuente lo permite fácilmente». Se observarían efectos calificados en el informe de «gravísimos»: graves radionécrosis más o menos en los viajeros que estén muy cerca, con aplasia medular secundaria o anomalías en ña producción de los glóbulos rojos, blancos y de las placas sanguíneas, en los viajeros instalados más lejos de la fuente radioactiva. Precisión útil: «Es necesario añadir el pánico de algunos millares de personas que utilizan la línea de metro antes de que la fuente sea descubierta».
En 1999-2000, en Estambul, la pérdida de una fuente de cobalto 60 sólo se descubrió al cabo de 25 días gracias a la intuición de un médico generalista: las náuseas y vómitos iniciales de varios miembros de una misma familia les habían puesto en primer lugar sobre la pista de una intoxicación alimentaria. Los dermatólogos no habían reconocido los síntomas cutáneos típicos de la radiodermatitis, y el síndrome hematológico no era específico.
En estas situaciones insidiosas, los médicos generalistas, los de urgencias y algunos especialistas están en primera línea. Cualquier médico de urgencias ha recibido un CD-ROM que documenta las situaciones y las estrategias a seguir en estos casos. Pero un reciente ejercicio, en el Parque de los Príncipes, mostró las dificultades de puesta en práctica de la actual doctrina NRBC (nuclear, radiológico, biológico y químico): dificultades de selección, retrasos en las decisiones, fugas en las combinaciones. Un hecho compartida por numerosos otros países.