Hoy, en el 20º aniversario de la catástrofe de Chernóbil, a las 11 horas de la mañana, activistas de Greenpeace han simulado la presencia de unos 50 cadáveres en la Plaza Mayor de Madrid para recordar a las víctimas del peor accidente de la industria nuclear jamás conocido y denunciar lo absurdo de apostar por un futuro energético basado en la energía nuclear cuando, el 26 de abril de 1986, quedó trágicamente demostrado el peligro para la salud y el medio ambiente de la energía nuclear. Mientras, unos 50 activistas permanecían en unos sacos a la sombra de una gran corona conmemorativa y de una pancarta declarando "Detrás de cada nuclear hay un Chernóbil", otros ocho sostenían unas fotos que representan los rostros del sufrimiento causado por este accidente1. Al cabo de una hora, todos los activistas de Greenpeace llevaban la corona conmemorativa al Congreso para recordarle que es imprescindible aprender de los errores del pasado y pedir el cierre de las centrales nucleares españolas.
"El 26 de abril de 1986, el término "seguridad nuclear" desapareció tras la columna de humo negro que salía del cuarto reactor de la central de Chernóbil. Hoy, 20 años después, el mundo sigue padeciendo las consecuencias de la radiactividad desprendida en aquella catástrofe" declaró Carlos Bravo, responsable de la campaña antinuclear de Greenpeace "La radiactividad es el asesino perfecto, no huele, no tiene color, no se ve. Mata casi sin dejar huella".
Aunque la fuga radioactiva causada fue 200 veces superior a la de las bombas de Hiroshima y Nagasaki juntas, esto en realidad sólo supuso un escape del 5% del inventario radiológico del núcleo del reactor de Chernóbil. Se contaminaron más de 160.000 km2 del territorio de las tres repúblicas ex-soviéticas y más de 45.000 km2 de Europa (>1Ci/km2). El núcleo, aún activo, está encerrado en un sarcófago de hormigón construido después del accidente y ahora se encuentra en muy mal estado, con evidentes problemas de seguridad.
Los efectos de la nube radiactiva han sido devastadores2: 200.000 víctimas en las tres república ex-soviéticas (según informa la Academia Rusa de Ciencias), se prevén otros 270.000 casos de cáncer en el mundo de los cuales 93.000 mortales, disminución de la capacidad de defensa del sistema inmunitario de los afectados, envejecimiento prematuro de unos 7-9 años, malformaciones, mutaciones genéticas, 350.000 personas realojadas, más de 5 millones de personas aún viven en las zonas contaminadas, pérdida de las tierras agrícolas por contaminación, crisis económica y los consecuentes trastornos socio-psicológicos.
Estos datos hablan claro. Los torpes intentos de la OIEA para engañar a la opinión pública con cifras falsas sobre los efectos de Chernóbil, insultando así el sufrimiento de millones de personas afectadas por el accidente y el heroico sacrificio de miles de liquidadores, deja muy claro que este organismo tiene que desaparecer. La OIEA no se está encargando de garantizar un control imparcial sobre la energía nuclear mundial sino, más bien, de asegurar las ganancias de la industria nuclear.
La realidad de los hechos está muy lejos de las cifras simplistas de la OIEA. El sarcófago del cuarto reactor de la central nuclear de Chernóbil y todas las zonas contaminadas seguirán siendo radiactivos durante al menos 100.000 años. "Las pirámides de Egipto tienen tan sólo de 5.000 a 6.000 años. El sarcófago del reactor cuatro es una triste herencia que nuestra sociedad pasará a cientos de generaciones en el futuro" ha declarado Sara Pizzinato, responsable de la campaña de Energía y Cambio Climático de Greenpeace.
Paradójicamente, ahora, en el 20º aniversario de esta catástrofe, surgen nuevos defensores de la energía nuclear como alternativa al cambio climático. Hace falta recordar que esto es falso, ya que el Protocolo de Kioto la ha excluido como opción contra el cambio climático. Los hechos han demostrado insistentemente que la energía nuclear es uno de los errores tecnológicos, medioambientales, económicos y sociales más graves de nuestro tiempo. Además la nuclear no es una energía limpia, barata, ni mucho menos segura como se pretende hacer creer.
Actualmente se encuentran parados 3 reactores nucleares de los nueve españoles: Ascó I, Vandellós II y Cofrentes. A pesar de que juntas sumen un 40% de la potencia nuclear en España, gracias al exceso de potencia instalada, se demuestra que es posible la desconexión prolongada de unas centrales nucleares de la red eléctrica sin problemas de cobertura de la demanda eléctrica. Por lo tanto, Zapatero puede y debe cumplir con su compromiso electoral del cierre progresivo pero urgente de las centrales nucleares españolas.
"Sólo con las energías renovables y la eficiencia lograremos alcanzar un modelo energético más limpio, más seguro y menos costoso. Es fundamental no olvidar lo que ocurrió en Chernóbil hace 20 años. No podemos considerar la posibilidad de sacar la energía nuclear de su paulatino ocaso antes de conocer la compleja totalidad de los efectos generados por la catástrofe y de haber asegurado a las víctimas de aquel infierno una protección adecuada" concluye Carlos Bravo.