La central nuclear de Fessenheim –la más antigua en actividad en el Hexágono– da señales de vejez que asustan a la región del Jura, cuyo territorio se sitúa a 60 km a vista de pájaro. Sus reactores se pusieron en servicio en 1977. Recibieron una autorización de funcionamiento de 20 años y una prolongación de 10 años más. En Basilea, igual que en toda Francia se abre el debate sobre una nueva prolongación del arrendamiento de esta explotación.
Ya en 2004, el Gobierno jurasiano había pedido al consejero federal Moritz Leuenberger que interviniera ante sus colegas franceses con respecto a la seguridad de esta central atómica. Los incidentes, afortunadamente siempre menores, siguen multiplicándose. Se constataron cuarenta «pequeños problemas» en 2005 y 49 el año pasado. En noviembre de 2007, cuatro obreros sufrieron una contaminación interna ligera. Tres meses antes, un incendio se había declarado en pruebas practicadas sobre un reactor.
Riesgos sísmicos subestimados
El 13 de diciembre pasado, otro peligro se hizo público. Los riesgos sísmicos se habían subestimado en el momento de la construcción de la central atómica. «Los Estados de Basilea-Ciudad y el Jura tuvieron conocimiento de un peritaje que habían encargado. Los analistas demuestran que esta central atómica ya no se corresponde a las normas sísmicas actuales», indica el presidente del Gobierno jurasiano, Laurent Schaffter, que añade: «Los resultados no son muy tranquilizadores, pero no hay porque alarmarse».
Basilienses y jurasianos se asociarán para, en enero próximo, obtener de las autoridades francesas que la resistencia de la central atómica a los seísmos sea evaluada de nuevo habida cuenta de los riesgos de terremoto que afectan a la región. En la memoria histórica se cuenta con un seísmo que destruyó enteramente Basilea en 1356 y los especialistas consideran que un terremoto podría ocurrir en la zanja renana cada 1.000 a 1.500 años, un seísmo ya produciéndose en el año 250.