26/04/2008 - 16:00h

La seguridad nuclear bajo mínimos en el aniversario de Chernobil

La naturaleza se abre paso en Chernobil (foto: Elena Fiatova). 
 
Cuando se cumplen 22 años del accidente nuclear más grave de la historia, Ecologistas en Acción quiere denunciar que la seguridad nuclear española está bajo mínimos. Los recientes sucesos de Ascó I lo ponen de manifiesto, y son un ejemplo más de la degradación de la cultura de seguridad de la industria nuclear española.
 
Recientemente se han producido unos graves sucesos en las centrales nucleares españolas que ponen de manifiesto que la industria nuclear no se toma en serio la seguridad. Las centrales nucleares de Ascó I (Tarragona), Trillo (Guadalajara), Almaraz I (Cáceres) y Vandellós II (Tarragona) son las que han sufrido recientemente graves incidentes con el denominador común del desprecio de los protocolos de seguridad y la ocultación de los sucesos.

Para Ecologistas en Acción el suceso que ha tenido mayor repercusión ha sido la fuga radiactiva de la central de Ascó I. Este suceso se produjo en noviembre del año pasado, y fue ocultado por la empresa. Otro ejemplo ha sido la pérdida de un tornillo en la vasija del reactor de la central nuclear de Trillo, tras la avería de una de las barras de control. La central nuclear de Vandellós II, la más moderna de las españolas junto a la de Trillo, sufrió un grave suceso consistente en la ruptura de las dos tuberías de captación de aguas en 2004. Este suceso, sin embargo, venía gestándose desde 1993, en que se observaron las primeras señales de corrosión en las tuberías. Y Almaraz I sufrió a principios de este año unos sucesos llamativos en su piscina de combustible gastado: La bomba de circulación del agua de la piscina, vital para garantizar que la temperatura del agua se mantiene bajo control, se averió mientras la bomba de repuesto estaba bajo mantenimiento. El resultado fue que se evaporó agua de la piscina lo que obligó a la evacuación de todos los trabajadores que se encontraban en el recinto.
 
La causa común para la degradación de la seguridad que se ha producido en estos cuatro sucesos, según Ecologistas en Acción, es una falta de cultura de seguridad por parte de los empleados y una falta absoluta de compromiso con la seguridad nuclear por parte de los explotadores. La cultura de seguridad consiste en la realización de actividades en las instalaciones nucleares siguiendo a rajatabla los protocolos establecidos. En todos los ejemplos se detecta un claro desprecio por la seguridad que se ha traducido en ahorros de tiempo y dinero para los explotadores de las centrales para acelerar las operaciones de recarga o mantenimiento.

En el actual sistema eléctrico español liberalizado, todos los explotadores de centrales de producción de electricidad procuran reducir costes para hacer su fuente de energía más competitiva. Como se ve, estos ahorros dan lugar a una reducción en los niveles de seguridad de las centrales. Por otra parte se procura reducir gastos de personal mediante la reducción de plantillas tanto estables como de contrata, por lo que un número reducido de trabajadores ha de realizar el mismo trabajo.

Un elemento más, no desdeñable, es la falta de dureza exhibida durante largos años por parte del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) hacia los excesos de las centrales nucleares. A menudo se han concedido exenciones a los incumplimientos de los niveles de los parámetros de funcionamiento de las centrales. Especialmente durante el mandato del anterior CSN se concedían un gran número de exenciones a las Especificaciones Técnicas de Funcionamiento (ETF), sobre todo durante los fines de semana. El mismo CSN que autorizó reparaciones, que no eran sino chapuzas, en la central de Garoña (Burgos) en la de Zorita (Guadalajara), ya cerrada.

Además, antes de los sucesos de Vandellós II, que fue sancionada con 1,4 millones de euros, la máxima sanción jamás impuesta fue de 540.000 euros (90 millones de pesetas) a finales de los 90 a la central de Almaraz. Estas sanciones no suponen ni siquiera un día de funcionamiento de una central nuclear, luego nunca serán disuasorias para sus explotadores. A ellos les compensa, por tanto, mantener la central funcionando desafiando las reglas, aunque se les impusiera la multa más grave.

Aunque hay que reconocer que tras los accidentes de Chernobil (Ucrania) en 1986 y de Harrisburg (EE UU) en 1979, se ha avanzado en seguridad nuclear, la actitud de los explotadores de deprecio de la seguridad para reducir costes y la falta de dureza del CSN hasta la fecha, nos han conducido a una situación en que la cultura de seguridad está bajo mínimos. Estas actitudes aumentan el riesgo de accidente.

Para Ecologistas en Acción las consecuencias de Chernobil fueron tan catastróficas que lo más sensato es proceder al abandono paulatino de la energía nuclear. Y entretanto, extremar el rigor para que la cultura de seguridad de la industria nuclear minimice los riesgos hasta el cierre de las centrales.
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