La contaminación lumínica se produce como consecuencia de una iluminación mal planificada de calles, jardines y parques. Más de la mitad del flujo de las farolas es dirigido hacia el cielo en lugar de hacia el objetivo que se pretende iluminar, y a menudo el consumo por intensidad luminosa obtenida no es el óptimo disponible en el mercado. Este tipo de contaminación afecta negativamente a la biodiversidad, además de restringir y dificultar el desarrollo científico relacionado con el firmamento. También impide el desarrollo de algunos ciclos vitales de múltiples especies nocturnas, supone un derroche energético y económico innecesario, empobrece el objeto de estudio de la Astrofísica, deteriora el patrimonio paisajístico, y modifica una herencia humana que ha tenido siempre implicaciones profundas para la ciencia, la filosofía, la religión y la cultura.
Tras la aprobación de la "Declaración Internacional sobre la Defensa del Cielo Nocturno y el Derecho a la Luz de las Estrellas" -que el rector de la UCM, Carlos Berzosa, ratificará en breve-, la UNESCO estableció la celebración anual de la Noche Mundial en Defensa de la luz de las Estrellas el 20 de abril de cada año. A través de la Conferencia Internacional Starlight (La Luz de las Estrellas), se acordó promover cada año en la misma fecha esta campaña con el objetivo de evitar la contaminación lumínica y preservar el patrimonio cultural, científico y medioambiental que para la humanidad supone el cielo estrellado. Para ello hace un llamamiento a todas las entidades y organizaciones, tanto públicas como privadas, para que expresen su compromiso voluntario de preservar la calidad del cielo durante la noche.