Muchos nos preguntamos a menudo qué podríamos hacer en nuestra humilde vida cotidiana para poder reducir las emisiones de CO2 y contribuir así con nuestro granito de arena a la reducción del cambio climático. Pues bien, no tanto apagar la luz como comer menos carne, ya que la ganadería es, en contra de lo que pueda parecer, no sólo consumidora de energía, sino también emisora directa de metano -producido por las heces de los animales-, un gas aún más contaminante que el CO2.
Los investigadores que participaron afirman que reducir el consumo de vacuno y cerdo reduciría las emisiones de gases de efecto invernadero en un enorme porcentaje, al reducir también las tierras dedicadas al cultivo de lo que será la comida de estos animales. También se reducirían en un gran porcentaje las emisiones de metano debidas las heces.
El vacuno es especialmente costoso para el medio ambiente. Aparte de las emisiones de metano, producir un kilo de carne cuesta 15 kg. de grano y 30 de forraje. El grano necesita fertilizantes, que requiere de mucha energía para ser producido.
El estudio afirma que si los hábitos alimentarios no cambian, las emisiones tendrán que ser reducidas en dos terceras partes en 2050, lo que costará 40.000 millones de dólares. Si la población mundial, por el contrario, optase por una dieta baja en carnes -70 gramos de vacuno y 325 gramos de pollo y huevos semanales- se liberarían 15 millones de kilómetros cuadrados de terrenos agropecuarios. La vegetación que podría crecer en estos terrenos absorbería CO2.
Las emisiones de gases de efecto invernadero también caería un 10% debido a la reducción de ganado, según estas estimaciones. Estas medidas reducirían en la mitad los costes de luchar contra el cambio climático en 2050.
Para ayudar a los consumidores a llevar a cabo esta reducción del consumo de carne de manera efectiva, se podrían incluir los costes de las emisiones de CO2 en el precio de la carne, propone como medida el conjunto de investigadores que realizaron el estudio.
Fuente: New Scientist