Un estudio encabezado por Wolfgang Cramer, del Instituto Mediterráneo de Biodiversidad Marina y Terrestre y Ecología (IMBE) junto a 18 instituciones entre las que se encuentran la Universidad Politécnica de Madrid (UMP), la Universidad de Barcelona, la Universidad Autónoma de Barcelona, el CREAF, el Instituto Mediterráneo de Oceanografía (MIO), el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) y el Centro Europeo-Mediterráneo sobre Cambio Climático, califica por primera vez los múltiples cambios a los que se enfrentarán los habitantes del área mediterránea en los próximos años a consecuencia de los efectos del cambio climático.
Un estudio internacional alerta del aumento de los efectos que el calentamiento tendrá en esta región. El trabajo, difundido en Nature Climate Change, destaca también los futuros riesgos agregados a estos cambios, entre los que destacan, un aumento de las enfermedades respiratorias y cardiovasculares, una máxima presencia de enfermedades tropicales como el virus del Nilo o el dengue, o un aumento de las tormentas que también se prolongaran a más territorios, según el estudio.
Los investigadores advierten que, en los países en los que la inseguridad política ya es un problema, al asociarse los efectos del cambio climático, los factores de riesgo socioeconómico se incrementarán, "iniciando una mayor inestabilidad en las regiones que traerá consigo más hambrunas, migraciones y conflictos".
Problemas ambientales preexistentes, como la falta de disponibilidad de agua ya que, se estima que la disponibilidad de agua probablemente se reducirá entre un 2% y un 15% si se da un calentamiento de 2ºC (con lo que clasificaría una de las mermas más grandes del mundo).
Lamentablemente, en el último siglo las temperaturas en la cuenca mediterránea han ascendido 1,4 grados, esto es, un 0,4 % más que la media global, pero, también, en los últimos veinte años, el nivel del mar ha aumentado 6 centímetros y la acidez del agua ha bajado. Debido a ello el calentamiento de Mediterráneo es superior al resto del planeta. Por eso, podría darse la paradoja de que, aunque se cumpliera la franja más ambiciosa del Acuerdo de París es factible que las temperaturas máximas diarias en esa región aumentaran en 2,2ºC (siempre respecto a la época preindustrial) manteniendo olas de calor más frecuentes.