Sus trabajos, que aparecerán en la revista
Geophysical Research Letters (GRL), muestran una progresión rápida de estas zonas biológicamente poco activas. Desde 1998, estos "desiertos" ganaron alrededor de 6,6 millones de km2, lo que representa doce veces la superficie de la Francia metropolitana. Bajo la influencia del cambio climático en curso, el aumento de las zonas estériles del océano se había previsto en teoría. Pero el ritmo observado es "considerablemente superior a las previsiones de los recientes modelos", escriben los investigadores.
En el mar, como sobre las tierras que emergen, el desierto es un espacio privado de vegetales fotosintéticos. Los investigadores cartografiaron las zonas donde la cantidad de clorofila "de microalgas" es muy escasa. La superficie de estas zonas aumenta en cuatro cuencas: Atlántico Norte y meridional, Pacífico septentrional y meridional. El Atlántico Norte es el más afectado, con un crecimiento medio de sus desiertos del 8,3% anual. El Océano Ándico, parece relativamente perdonado.
¿Cómo se explica el fenómeno? Los investigadores llegaron a ponerlo en relación con la temperatura de las aguas de superficie. Cuanto más aumenta, menos fuerte es la actividad: cuando las capas superiores del océano "aquéllas que se benefician de la luz solar" son más calientes, tienden a mezclarse menos con las aguas de las profundidades, que son frías.
Ahora bien, esta mezcla es necesaria para el crecimiento del plancton vegetal puesto que son las aguas profundas las que, empujadas por las corrientes marinas, traen hacia la superficie los nutrientes indispensables para el crecimiento del fitoplancton. Otros fenómenos pueden también alegarse, como la disminución de las corrientes marinas, debido a la afluencia de agua dulce en las latitudes medias y altas.
Las principales explicaciones tienen al cambio climático en el punto de mira. "Sin embargo, es imposible afirmar que la tendencia que observamos en los diez últimos años está se deba íntegramente al recalentamiento climático, ni que vaya a continuar en el futuro", precisa Mélanie Abécassis (Universidad de Hawai, Honolulu), coautora de estos trabajos. Los modelos que simulan el recalentamiento climático prevén una extensión de los desiertos oceánicos de "diez a veinte veces menos rápido que lo que muestran las observaciones", añade.
Dos conclusiones son posibles: o los modelos subestiman considerablemente los efectos del cambio climático sobre la biología marina; o una parte del fenómeno resulta de otros factores. Es así posible que la reciente extensión, en parte al menos, sea causada por ciclos decenales aún no descritos por los científicos. Sin embargo, un indicio aboga por una solución principalmente vinculada al recalentamiento. "Las cuencas propensas a un empobrecimiento de sus aguas se someten a fuerzas (es decir, dificultades externas) diferentes, sin embargo parecen seguir la misma tendencia", observa Mélanie Abécassis.
Llegar a decidir sobre la cuestión reviste gran importancia: la desertización de los océanos tendrá un impacto en los recursos pesqueros, y también en la capacidad de los océanos para absorber el dióxido de carbono (CO2). Al prosperar, los algas fijan en efecto cantidades considerables de CO2 atmosférico.
Su rápido hundimiento podría conducir a los climatólogos a revisar al alza sus previsiones de aumento de temperatura media para el final del siglo.