Argumentos en apoyo a la publicación de las Perspectivas del medio ambiente para 2030, un tocho de más de 500 páginas que examina en detalle los efectos combinados de la demografía mundial y el crecimiento económico sobre el estado del planeta. Y en un plazo mucho más cercano del que, por ejemplo, auguraba el economista británico Nicolas Stern en 2006, en el primer trabajo que ponía fecha sobre el tema.
«Les prevengo: si no hacemos nada, el cuadro de nuestro planeta en 2030 no será agradable de observar», informó Gurría señalando el riesgo de modificar de manera irreversible las condiciones medioambientales en las cuales se basa el mantenimiento de la prosperidad económica.
En 2030, la población de la Tierra alcanzará los 8,2 mil millones de personas contra los 6,5 mil millones actuales. Si la economía mundial sigue creciendo a un ritmo comparable al de estos últimos años, su tamaño habrá duplicado en treinta años. La demanda de materias primas (productos agrícolas, minerales, energía fósil, madera, agua) progresará un 60% en los países industrializados pero un 160% entre los nuevos grandes protagonistas de la escena internacional: Brasil, Rusia, India y China.
¿Al precio de qué desequilibrios? La OCDE identificó cuatro ámbitos en los cuales es urgente actuar:
- el cambio climático,
- la pérdida de la biodiversidad,
- la falta de agua y
- el impacto en la salud humana de la contaminación.
Los dos últimos, hasta ahora, fueron los mediatizados.
Las cifras suministradas por la organización describen la amplitud de lo que está en juego: el número de personas que viven en regiones tocadas por una fuerte tensión hídrica debería aumentar en mil millones y afectar así a cerca de la mitad de la humanidad. La contaminación del aire tendrá efectos crecientes sobre la salud con una explosión del número de muertes prematuras vinculadas al ozono troposférico (en la baja atmósfera) y a las partículas en suspensión. Asia sería la primera afectada.
«Se conoce al enemigo: se llama carbono» Existe, a pesar de todo, una buena noticia: para la OCDE, esta abrumadora constatación está sin embargo lejos de ser insuperable. El informe evalúa en 1% de la riqueza mundial en 2030 el importe que sería necesario consagrar para aflojar sensiblemente la presión sobre el planeta y encontrar un método de desarrollo más sostenible. «No digo que eso sea barato o fácil, pero está a nuestro alcance, sobre todo si se compara este esfuerzo con las consecuencias y los costes de la inacción», afirmó Angel Gurria.
Con el fin de luchar contra el cambio climático, el secretario general de la OCDE juzga necesaria la introducción de un impuesto al carbono. Lo que hasta ahora dista mucho de ser consenso¡uado. «Se conoce al enemigo. Se llama carbono. Debemos combatir a este enemigo imponiéndole un elevado precio», explicó.
No es la única sugerencia que corre el riesgo de tomar a contrapelo a los países industrializados y a los países en vías de desarrollo. La OCDE defiende así la supresión de las subvenciones para las energías fósiles y se muestra igualmente prudente respecto a los apoyos concedidos a los agrocarburantes, cuyo balance medioambiental cada vez se cuestiona más.
La fiscalidad no debería ya ser incitativa -recompensar los buenos comportamientos- sino punitiva, gravando las actividades que contaminan o explotan sin moderación las reservas planetarias.
Para la OCDE, es con esta condición que será financieramente posible organizar el rescate del planeta, invertir en la investigación tecnológica y evolucionar hacia una economía "verde". Permanece una cuestión sin respuesta, y sobre la cual tropiezan las negociaciones internacionales: ¿quién pagará la factura?
Más información:
Accede al sumario (en inglés) del informe de la OCDE..