16/06/2008 - 15:00h

Los glaciares bolivianos también se derriten

Retroceso glaciar por el cambio climático.Gota a gota, los glaciares bolivianos, al igual que los del resto del mundo, desaparecen. El calentamiento global tiene efectos inmediatos e irreversibles. La única solución es adaptarse a vivir en un planeta -herido. Observe el fin del mundo con Google, -Vea a la Antártica desaparecer del mapa.... 
 
Lo que al principio parece ser un anuncio sensacionalista, de los muchos que ofrece la red, se convierte en la pantalla en un serio proyecto de cooperación entre Google y el Gobierno británico creado para mostrar las consecuencias inmediatas del calentamiento global.
 
-Sólo al hacer que la gente entienda el impacto que tendrá el cambio climático para ellos mismos y para los demás, se iniciarán medidas para evitar los peores efectos, explicaba recientemente la ministra de Medio Ambiente de Gran Bretaña, Hilary Brenn, al justificar la iniciativa. ¿Pero para qué remontarnos hasta la Antártica si podemos ser testigos de la desaparición de nuestros propios glaciares? Los Andes tropicales (conformados por Bolivia, Perú y Ecuador) son una de las regiones afectadas claramente por el calentamiento global (ver recuadro), y uno de los ejemplos más notorios es Chacaltaya.

Son cada vez menos los privilegiados que conocieron la que fuera alguna vez la pista de esquí más alta del mundo. Ahora el lugar está desierto y apenas unos montones de nieve recuerdan que alguna vez hubo allí un glaciar. En 1940, la superficie nevada, donde esquiadores intentaban romper marcas internacionales, era de 22 kilómetros cuadrados. Para 2006 apenas quedaba un kilómetro hoy no hay nada.

Muchos paceños observadores se sorprenden cuando ven que el Illimani, el eterno nevado, muestra cada vez más espacios sin nieve en sus picos. Jamás se pensó que llegaría el momento en que el majestuoso guardián de piedra se secaría, pero es un hecho que Bolivia está perdiendo sus glaciares por el calentamiento global que afecta al planeta, aunque pasa las facturas más caras a los países pobres.

Gota a gota

La concentración de GEI (Gases de Efecto Invernadero) en la atmósfera ha causado un aumento de la temperatura y, principalmente, el elevamiento del nivel del mar, variaciones en las temperaturas y en el régimen de lluvias. Si bien estos efectos pueden no ser percibidos en primera instancia, tienen impacto visible en la biodiversidad, ya que muchas especies no tienen la facultad de adaptarse a los cambios y perecen; en la salud, con el aumento de enfermedades causadas por los desastres naturales, como el dengue y la malaria; en las actividades agrícolas y pecuarias, que se ven afectadas por el cambio climático y la disponibilidad del agua; en los bosques, que al estar secos tienen mayor cantidad de incendios forestales, y en la infraestructura, donde los eventos climáticos extremos, como las inundaciones, arrasan con puentes y carreteras. Pese a esto, puede que el ciudadano común no llegue a percibir aún estos resultados, pero sí afectarán su bolsillo por una fórmula simple: hay una baja de la producción y el más pobre tiene menor poder adquisitivo. En la ciudad de El Alto, una de las más afectadas por la pérdida de los glaciares, cuando sus habitantes sientan la falta de agua, también percibirán el impacto económico.

En 2006, un estudio conducido por el ex vicepresidente del Banco Mundial Nicholas Stern propuso invertir un 1% del producto bruto mundial en mitigar el cambio climático y sugirió que, en caso de no tomarse ninguna medida, los efectos del fenómeno pueden causar una recesión equivalente al 20% del producto bruto mundial. El estudio, aunque inquietante, fue criticado por razones técnicas.

No existen estimaciones precisas sobre los efectos económicos del cambio climático, aunque no es difícil de entender: vivimos en un solo planeta y lo que hacen (o dejan de hacer) unos, afecta a los demás. Si un ecosistema se destruye, impacta a los otros. Y esto es lo que sucede precisamente con los glaciares, que más allá de ser masas de hielo, son servicios ambientales, pues dotan de agua para el consumo humano y las actividades agropecuarias, y generan energía eléctrica.

En la Cordillera Real se tienen los nevados más importantes: el Illimani, Mururata, Huayna Potosí e Illampu. A lo largo de esta cordillera hay varios glaciares, como el Tuni-Condoriri, que da agua a la ciudad de El Alto y a las laderas de La Paz, y a la laguna Milluni, que provee agua a la zona central de la sede de Gobierno, al valle de Zongo, donde se genera energía eléctrica para La Paz y El Alto, y que está conectado al sistema de red de energía eléctrica, y al valle del Takesi y la Chojlla, donde también se genera electricidad.

Lo sucedido en Chacaltaya ha sido un llamado de alerta imposible de ignorar, así que los expertos han comenzado a estudiar otros glaciares como es el caso del Tuni-Condoriri. Este glaciar, que desde 1956 hasta 2006 se ha retraído significativamente, aporta el 35% del agua a El Alto y a las laderas de La Paz.

José Luis Gutiérrez, responsable del Programa Andino de Adaptación al Cambio Climático, explica que de acuerdo con proyecciones del Programa Nacional de Cambios Climáticos (PNCC) se ha establecido que el Tuni desaparecerá en 2025 y el Condoriri en 2045. Esta pérdida ocasionará lo que los expertos denominan -estrés hídrico-, es decir, la demanda de recursos será mayor que la oferta, se racionará el agua y en algunos casos se bajará la presión. Entre los problemas que el PNCC ha identificado como más urgentes respecto a la retracción de los glaciares, está la reducción de agua para consumo humano. Este problema tiene dos aristas: la oferta de la naturaleza y la demanda de la población.

Los científicos han establecido certeramente una reducción de lluvias en el sector y la retracción de los glaciares; así, la oferta de la naturaleza se reduce. Por el otro lado, la demanda de la población es cada vez mayor, más aún en El Alto, ciudad que crece a un ritmo del 5,1%, el doble del promedio nacional de acuerdo con datos del último censo.

Para rematar la situación, existen pérdidas en el sistema de red de agua potable, debido a filtraciones y a que muchas tuberías tienen más de 30 años de antigüedad.

La cuenca del Tuni-Condoriri no solamente provee de agua a El Alto y a las laderas de La Paz, sino que también sus aguas son utilizadas en actividades agrícolas y en las cercanías del lago Titicaca para actividades pecuarias. Su pérdida significará mucho más que lo que puede establecerse a simple vista.

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