25/05/2006 - 11:01h

"Los países mediterráneos tenemos el desierto encima por el calentamiento"

Jose Luis Telleria, Decano de la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid, es discípulo del profesor Bernis en el campo de la ornitología. José Luis Tellería está convencido de que el hombre es el culpable de la destrucción del hábitat. Ayer habló de ésta y otras amenazas en el Primer Congreso Nacional sobre Conservación de la Biodiversidad

La ONU ha alertado de que la biodiversidad está decayendo a todos los niveles y escalas. ¿Cuál es la situación de España?
El proceso de remodelación ambiental de España en los úlimos diez años es algo realmente increíble y no para bien. La principal amenaza es el desarrollo de unas infraestructuras no bien medidas en ciertas ocasiones. España está conociendo un desarrollo muy valioso y muy interesante desde el punto de vista de la población humana que ocupa el país, pero a su vez está asistiendo a un proceso de fragmentación y deterioro bastante preocupante. Yo creo que el tema de las infraestructuras es el que más me preocupa a mí ahora mismo.

¿En qué medida nos afectará el cambio climático?
España está en un lugar muy crítico porque nos encontramos en la región mediterránea que es una región de transición hacia el desierto. El desierto se está expandiendo desde hace años y al parecer el cambio climático, puede tener diferentes manifestaciones en diferentes lugares, a nosotros nos va a afectar en la linea del aumento de las temperaturas y de la expansión de las condiciones desérticas. Y esto es una prespectiva bastante poco alentadora. Los noruegos a lo mejor están menos preocupados o los groenlandeses, pero los países de la ribera mediterránea tenemos el desierto literalmente encima.

En la última Cumbre Mundial de Biodiversidad la ONU instó a conservar en 2010 el 10% de cada una de las regiones ecológicas del planeta. ¿Es suficiente?
No está mal. Es una medida paliativa en ela medida en que la pérdida de hábitat no tiene como consecuencia una pérdida proporcional del número de especies. En la medida en que se conserven porcentajes significativos de las diferentes unidades ambientales que configuarn el planeta, estaremos conservando una parte importante del legado natural a partir de la cual, cuando sea posible, se podrá recobrar el viejo esplendor natural que debiera de acompañarnos en nuestra vida y en el desarrollo de la sociedad, que no tiene por qué ser incompatible con la conservación de sistemas ecológicos sanos.

Y entonces, ¿por qué no se hace?
La conservación no es ilusionante en términos políticos y probablemente es un tema desagradable porque cuando uno se pone a hablar en serio de estas cosas se da cuenta de que el futuro no es prometedor. Y que el futuro no sólo no es prometedor para otra serie de organismos, sinó que no es prometedor para el hombre. Hay una idea de que la conservación es poco menos que enemiga del desarrollo. No es así. Lo que pasa es que la conservación es enemiga de cierto tipo de desarrollo, hay desarrollos más y menos compatibles, que son los que hasta ahora han primado. De modo que no es ilusionante porque cuando se habla de conservación de la naturaleza se habla de apretar el cinturón, por lo menos ciertos países se tienen que apretar el cinurón mucho más que otros, y eso difícilmente lo vende un político. Un político siempre vende bienestar e inmediatez, y cualquier tipo de cambio en esta línea implica cambiosprofundos y a largo plazo que no se capitalizan en el plazo de lo inmediato y que encima, insisto, son antipáticos porque lo que tenemos que hacer es imponernos restricciones. De manera que cualquier político que se meta en ese charco puede que no sea precisamente el más popular.

¿Y la sociedad?
Hay que producir un camio en los valores. La gente tiene que asumir este tipo de responsabilidades que tenemos, quizá ya no con nosotros, pero sí con las futuras generaciones. Eso pasa por incorporr a nuestros valores el respeto. El problema del hombre es que aún no ha tenido tiempo de evolucionar, todavía vivimos con unos planteamientos muy propios del siglo XIX; esto es, un planeta enorme que hay que ir a colonizar, que todos los recursos son ilimitados, que hay que dominar la naturaleza...Ésta es una filosofia muy occidental, muy judeocristiana, de los seres al servicio del hombre, cuando hay otras culturas que no lo plantean así. Entonces debiéramos reacuperar ciertos tipos de valores dirigidos a respetar más la naturaleza en general como forma de respetarnos a nosotros mismos, pero eso explicándolo ya desde el colegio. Los valores los tienen que adaptar la sociedad ante los retos que tenga y ahora mismo no valen las reglas de juego que tenemos actualmente.

Fuente: ABC, 23 de mayo de 2006

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