El mercado no perdona y, cuando en todo el mundo comienzan a alzarse las voces que reclaman potenciar la energía nuclear como una supuesta «energía limpia y barata», el uranio sufre una espectacular subida de precio. En los últimos seis años, el uranio ha vivido su carrera particular. Ni la fuerte escalada del petróleo, el oro, la plata o el cobre son comparables con la imparable subida de precios de este mineral. En la actualidad, la libra de uranio se está cambiando en torno a 68 dólares, lo que supone un incremento cercano al 1.000% si se compara con los 7 dólares a los que se pagaba en el año 2000. Este incremento contrasta con el repunte del 90% de los futuros del petróleo, o con la fuerte subida del oro, cuyo precio se ha multiplicado por dos.
Especialmente significativo es el incremento registrado en los últimos, período en que el uranio se ha encarecido más de un 30%. Además, estas subidas están lejos de agotarse: Resource Capital Research considera que los precios tienen todavía recorrido al alza. Esta firma estima que el uranio alcanzará los 70 dólares la libra a mediados de 2007 y los 88 dólares a finales de 2008.
Además, prevé que la demanda anual en los próximos 25 años crecerá en torno a un 2,2% como consecuencia de los numerosos proyectos de reactores que se pondrán en marcha en los próximos cinco o diez años en América del Norte y Europa, así como en China, Rusia e India, que seguirán anunciado nuevos planes nucleares durante los próximos años. Esta misma fuente estima que hay unos 180 reactores nucleares en construcción a lo largo de todo el mundo, frente a los 441 que operan actualmente.
Resource Capital Research espera, además, que el suministro crezca en torno a un 3,8% en los próximos 10 años, si bien a partir de 2015 prevé una caída en torno al 5% como consecuencia del agotamiento de las reservas.
Pero, ¿cuál ha sido la principal razón de este fuerte incremento de precios? Los expertos señalan varias razones que van íntimamente unidas: el renacimiento de la energía nuclear y la escasez de suministro de este metal.
El uranio es un metal muy denso y radiactivo, y es el combustible esencial para la tecnología nuclear. El auge de este tipo de energía en los últimos años -muchos expertos creen que es el nuevo crudo- ha provocado que el mercado del uranio esté sufriendo una estrechez en los suministros: "En los últimos 10 años, la industria de la energía nuclear ha consumido más uranio del que se producía en las minas", comentan los analistas. Por ejemplo, en 2006 el consumo estimado fue de 171 millones de libras, y las reservas mundiales estimadas se situaban en torno a los 102,5 millones de libras.
El uranio es la llave para la energía nuclear que va cobrando cada vez más fuerza como la alternativa probada al petróleo y al carbón para crear electricidad. De hecho, cerca del 16% de la energía que se genera actualmente se produce a partir del uranio.
La escasez y carestía del uranio constituyen un verdadero talón de Aquiles que imposibilita el relanzamiento de la energía nuclear. El rápido incremento de los precios que se está viviendo en la actualidad no es más que una indicación de lo que sucedería en una situación en que se intentara extender masivamente la energía nuclear para que sirva de abastecimiento a los países que quieran en el futuro aumentar sus consumos energéticos o que se planteen la sustitución de combustibles fósiles por nucleares. Desde hace más de un lustro se viene produciendo un déficit estructural entre la oferta y la demanda de uranio en el mundo, lo que obliga al uso masivo de las reservas.
Las alternativas que la industria nuclear pone sobre la mesa para solventar este problema, los reactores reproductores y el ciclo del torio, no están aún disponibles industrialmente y nada garantiza que lo vayan a estar en un futuro cercano. Los primeros constituyeron experiencias ruinosas para Francia y Japón, los países que los impulsaron, y los reactores basados en el ciclo del torio no son más que prototipos para la investigación y han de salvarse grandes dificultades técnicas para usarlos a escala industrial. Antes de plantear un relanzamiento o, siquiera, un mantenimiento a largo plazo de la energía nuclear, como han hecho voces que van desde la industria nuclear hasta el secretario general de CCOO, hay que tener en cuenta el problema de la escasez del uranio que disparará el precio del kWh nuclear y que terminará por agotarse, dejando las plantas nucleares sin combustibles para quemar.