4/02/2008 - 11:00h

Jeremy Rifkin: «La energía nuclear nos impide comprometernos en la tercera revolución industrial»

Jeremy Rifkin.Después de la publicación en francés de su trabajo Engager la troisième révolution industrielle, un nouvel ordre du jour énergétique pour l'UE du XXIème siècle, por la Fundación para la Innovación Política, Jeremy Rifkin, presidente de la Fundación para las Tendencias Económicas, volvió a hablar de nuevo, para EurActiv, sobre el papel que debe desempeñar la UE en esta revolución.
 
 
 
 
«La economía mundial está ahora a la última etapa de una era energética», constata Jeremy Rifkin. El sistema energético que se basa principalmente en las energías fósiles está en efecto "al final de vida", considera Rifkin.

Los precios del petróleo van a seguir aumentando, pero sobre todo, se alcanzará el "peak oil" (el tope de la producción del petróleo), a su modo de ver, de aquí a una treintena de años. Por ello, los recientes estudios, como el tercer informe de la ONU sobre el cambio climático, son cada vez más alarmantes, tanto sobre la velocidad del recalentamiento, como sobre sus consecuencias.

Ante estas dos convulsiones esenciales, los compromisos que asumió la UE sobre este tema, le permiten colocarse en líder en la lucha contra el calentamiento climático pero son insuficientes, según Rifkin.

Sus objetivos, cuyos medios se desplegaron en el paquete "Energía clima" la semana pasada -en particular, una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) del 20% de aquí al 2020 y una mejora del 20% de la eficacia energética- sólo deben ser un principio.

«Una tercera revolución industrial que se basa en tres pilares»

Lejos de resumirse en los compromisos ya asumidos por la UE, la teoría de la tercera revolución industrial desarrollada por el economista americano, y sobre la cual se juega el futuro de Europa, se declina en tres etapas.

La primera es el desarrollo de las energías renovables (solar, hidráulica, geotermia, biomasa, eólica...), con el cual ya se ha comprometido la UE.

La segunda fase consiste en almacenar esta energía producida. Como destaca el economista «para maximizar las energías renovables y minimizar los costes, será necesario desarrollar métodos de almacenamiento para convertir estas fuentes de energía intermitentes en un activo fiable».

Es a este nivel de la revolución industrial que el hidrógeno desempeña un papel principal. En efecto, a pesar de las críticas que recibe, para J. Rifkin el hidrógeno es «un vector universal ampliamente disponible» y está en mejores condiciones de almacenar que todas las formas de energías renovables.

Una vez estas dos fases contratadas, se plantea la cuestión de la distribución de la energía. Para responder a ella, Rifkin constata que las grandes transformaciones económicas ocurren en cuanto se trastornan los regímenes energéticos y los sistemas de comunicaciones.

En la tercera revolución industrial, Internet, que estableció un sistema de información descentralizado, permitirá, según el mismo esquema, desarrollar un sistema de intercambio descentralizado de las energías producidas en todos los edificios, las industrias, las empresas... «El verdadero potencial [de las nuevas comunicaciones] queda por hacer: se trata de su convergencia con las energías renovables», explica Rifkin.

Por lo tanto, en este nuevo régimen energético cuya organización se descentraliza completamente, la energía nuclear, fuente energética muy centralizada, «nos impide el compromiso en la tercera revolución industrial». Además, los gastos generados por el desarrollo de la energía nuclear son demasiado importantes con relación a la contribución de esta energía para responder a la demanda actual.

Una oportunidad para la UE

Como lo recuerda Jeremy Rifkin, «la UE tiene el mercado interior más grande del mundo, con más de 500 millones de consumidores». Presenta, pues, activos esenciales para establecer estas distintas etapas, y así favorecer un movimiento a escala mundial.

El mercado interior de la UE, que debe continuar en formación realmente, en particular, en los transportes y la comunicación, «permitirá a todos los Estados producir su propia energía, y compartir su excedente con el resto de la UE, según una lógica de red que garantizará la seguridad energética» del continente.
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