Esta localidad británica es uno de los lugares más peligrosos de Europa occidental debido a su pasado nuclear. Pioneros en la industria armamentística nuclear europea y en la creación de centrales nucleares, el precio que pagaron fue almacenar sus residuos sin pararse a prever las consecuencias. Greenpeace lo llama el Chernóbil -a fuego lento.
La semana pasada, el gobierno británico hizo públicos sus planes de crear una nueva generación de plantas nucleares. Pero este país aún tiene que soportal el legado que dejó su primera instalación nuclear en Sellafield: un vertedero que se cuenta entre los edificios más contaminados de Europa. Existe un plan para limpiarlo que cuesta millones de libras esterlinas.
El edificio B30 es un edificio grande fabricado con hormigón que se encuentra en el centro de Sellafield. Rodeado de una valla de tres metros de altura que tiene alambre de espino en su parte superior, revestido de andamios y lleno de un laberinto de tuberías, nunca ganaría un premio de arquitectura.
Pero este edificio tiene una fama ganada a pulso: -Es el edificio industrial más peligroso de Europa Occidental, asegura George Beveridge, el director de Sellafield.
No es difícil comprender por qué este edificio tiene una reputación tan tenebrosa. El estanque de refrigeración central está rodeado por partes viejas de reactores nucleares y decadentes contenedores de combustible nuclear, muchos de ellos de dudosa procedencia y edad. También hay piezas de metal contaminado que se han disuelto en una especie de barro que emite radiación en dosis potencialmente mortales.
Pero el B30 no es el único lugar de este tipo en Europa. A su lado, está el B38. -Es el segundo edificio industrial más peligroso en Europa, asegura Beveridge. Aquí se acumulan revestimientos de partes del reactor que estuvieron en contacto con los tanques donde se acumula el combustible radioactivo. Y de nuevo, los ingenieros tienen sólo una vaga idea de qué es lo que se ha podido desintegrar en el agua del estanque durante las pasadas décadas.
Durante la huelga de mineros de 1972, los reactores nucleares británicos tuvieron que trabajar al 100% para poder proporcionar electricidad a una nación que funcionaba a medio gas; mejor dicho, a medio carbón.
Pero estos edificios se están desmoronando y los ingenieros tienen que enfrentarse al dolor de cabeza de decidir qué hacer con sus contenidos. Y cómo hacerlo. Calculan que el coste de la limpieza de estos dos edificios será de 50 millones de libras esterlinas. Se llevan, y con mucho, la parte del león del presupuesto de 73 millones de libaras esterlinas que tiene presupuestado el Reino Unido para limpiar su contaminado pasado nuclear. Una mala publicidad para un gobierno que está promocionando la energía nuclear como la solución a los problemas energéticos del país.
Los jefes de la industria nuclear británica aseguran que los reactores de nueva generación crearán pocos desechos y no supondrán ninguna amenaza para el medio ambiente, y ponen como ejemplo a Francia, que obtiene el 805 de su energía a través de centrales nucleares. Según su versión, la energía nuclear es hoy por hoy segura y asuntos como Sellafield serían sólo el resultado de un accidente de la Historia: el resultado de la prisa británica por convertirse en una potencia energética tras la Segunda Guerra Mundial.
Pero va a ser un duro trabajo convencer a la opinión pública de que las plantas nucleares son la respuesta a las necesidades energéticas del país, tras hacerse públicos los costes de la limpieza de dos simples edificios que albergan residuos nucleares.
El objetivo de Sellafield no era producir electricidad, sino producir plutonio como arma disuasoria. La construcción se hizo a una velocidad infernal debido a la presión de los políticos sobre los científicos para tener el proyecto listo cuanto antes. Como resultado de estas prisas, Gran Bretaña tuvo lista la bomba atómica en el 52, convirtiéndose así en una potencia nuclear y ganando un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Pero las prisas tuvieron un precio muy alto. Los científicos no tuvieron tiempo de pensar cómo tratar los residuos derivados del programa, y éstos se acumulan en otro edificio, el B41. Los residuos nucleares se introdujeron en el edificio desde arriba, dejándose caer hasta el suelo. Cuando se dieron cuenta de que los trozos de aluminio y magnesio que había entre los desperdicios podrían causar fuego y extender la contaminación, se inyectó gas argón para suavizar posibles llamas. Y el edificio lleva ya 60 años en este estado, con sus contenidos radioactivos mezclándose y reaccionando los unos con los otros. Ahora hay que desmantelarlo. Y hay otros edificios parecidos en la misma ciudad, con residuos pertenecientes a diferentes programas nucleares.
La clave del problema de Sellafield es que la mayor parte de sus residuos altamente radioactivos han sido almacenados en agua. Esto se debe a que estos estanques tenían una función de refrigeración de las varas de combustible, que salían del reactor a varios centenares de grados. Pero una vez en agua, se desintegraban y los estanques se convertían en un verdadero peligro en caso de grietas.
Y por este motivo, Sellafield debe afrontar ahora su costoso programa de limpieza. Los muros de los estanques se están volviendo viejos y su contenido, olvidado por los políticos durante medio siglo, debe convertirse en sólido y ser enterrado en el municipio que finalmente sea elegido con este fin.
Según Greenpeace, Sellafield es una especie de Chernóbil -a fuego lento .
Fuente: The Guardian