La idea que maneja el Ayuntamiento es obtener alguna rentabilidad de la planta desaladora cuyo coste rondó los 62 millones de euros. Pese a este precio, nunca se puso en marcha porque la apuesta por la tecnología del vapor supondría producir agua cuatro veces más cara que con el método de ósmosis inverso que se emplea en la actualidad. Y ello debido al encarecimiento del precio del petróleo.
Ante esta disyuntiva -y los elevados costes de mantenimiento de la desaladora, cifrados en más de 300.000 euros anuales, sólo por estar parada-, lo que se pretende ahora es cambiar el fuel por otra fuente de energía más limpia y barata que permita poner en marcha la planta a un precio más razonable.
«Se está haciendo un estudio para ver la viabilidad de ponerla en marcha siempre y cuando no suponga un sobrecosto en la producción como el que tendría si se aplicara con fuel», explicó a este periódico el concejal de Ordenación del Territorio, Vivienda y Desarrollo Sostenible del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Néstor Hernández.
En este proyecto se está trabajando desde la llegada al gobierno municipal del grupo socialista. En principio se pensó en la energía fotovoltaica pero se descartó porque planteaba grandes inconvenientes técnicos. Algo similar ocurrió con la energía eólica, que también está prácticamente descartada.
Ahora se trabaja en otras líneas energéticas, aunque el concejal no quiso adelantar cuáles son las alternativas planteadas.
En su momento, también se planteó la posibilidad de que la planta fuera vendida a algunos lugares del mundo con capacidad de producción petrolífera y necesidades de desalación de agua, caso de Chile o Dubai. Sin embargo, esta opción también ha perdido vigor. «Cada día que pasa, el poder vender se deprecia y las posibilidades descienden», explicó el responsable del área de Desarrollo Sostenible, «en cualquier caso, lo lamentable es que quien tomó la decisión entonces -se refiere a José Manuel Soria- no haya dado explicaciones a pesar de los informes y las advertencias de algunos ayuntamientos, como el de Telde, que decían que con el precio de entonces y con una proyección que iba en aumento, al ser una producción de agua por evaporación utilizando el fuel, más que una oportunidad era una lacra».