Esa amplia definición abarca varios tipos de biopolímeros entre los cuales se encuentra el de mayor producción a escala mundial, el PLA (o Polylactide), que se produce a partir del maíz. Los bioplásticos, y en particular el PLA, no sustituyen a cualquier tipo de plástico tradicional. Por sus características en términos de densidad, elasticidad, resistencia al calor y tranparencia, sustituyen parcialmente a los denominados PET (polietileno tereftalato), que se utilizan en los envases y embalaje. De hecho, en la actualidad, se estima que el 70% de la producción de PLA se destina a la producción de envases, embalajes y uso alimentario.
Es evidente que la biodegradabilidad y la menor dependencia sobre el petróleo son los dos atractivos de los bioplásticos. Para España, noveno productor y séptimo consumidor de plástico del mundo, que cuenta con una elevada dependencia en suministro de hidrocarburos, la trascendencia de estas ventajas sería más que notable para la industria.
Sin embargo, en España ningún actor produce bioplásticos a escala industrial ya que apenas existe esta actividad. No es así en Europa, donde el mayor productor de bioplásticos es la empresa italiana Novamont, que pertenece a un consorcio de inversores y produce anualmente más de 35.000 toneladas de su producto Mater-Bi.
Para las empresas del ámbito agroalimentario, la producción de bioplásticos representa una oportunidad de integración vertical: controlan el suministro de materias primas de origen vegetal, participan en la producción de bioplásticos, y elaboran, envasan y comercializan el producto final. Para las compañías químicas, los bioplásticos son un potencial sustituto de plásticos tradicionales.
Desde el año 1995, esta producción ha tenido un crecimiento anual superior al 35%, pero su cuota de mercado representa tan sólo el 0,1% de la producción mundial. Entre los frenos al desarrollo de los bioplásticos, se pueden identificar las altas barreras de entrada en términos de inversión y know-how: por ejemplo, producido a escala industrial y con los precios actuales del crudo que rondan los 70 dólares por barril, el PLA es aproximadamente un 50% más caro que el PET. Sin embargo, los precios del PLA y del PET podrían converger en tan sólo 5 años, si el precio del petróleo sigue encareciéndose y si se alcanzan las debidas situaciones.
Se auguran buenos tiempos para los bioplásticos. Esperemos que España sepa aprovechar ese tren y se convierta en un referente no sólo del plástico tradicional, sino también del plástico que respeta el medioambiente.
Fuente: Expansión, 20 de septiembre de 2006