30/12/2008 - 10:00h

Uno mismo es la solución

Puede parecer casi un mantra, pero recordarnos a diario que cada uno es la solución tiene un poder que no siempre llegamos a valorar.

Somos la solución cuando sabemos lo que pesamos para el planeta, algo que puede visualizarse con la llamada huella ecológica que dejamos a nuestro paso. Hemos incrementado nuestro consumo a expensas de poner en riesgo las próximas generaciones. De ahí que, por amor a ellas, deberíamos emprender este simple cálculo para luego adoptar las medidas que reduzcan nuestra deuda ecológica.

Epicuro advertía que -nada es suficiente para el hombre al que lo que es suficiente le parece poco, y Séneca remataba con -no es pobre el que tiene poco, sino el que más desea. En realidad, la solución ha estado siempre frente a nosotros y es tan sencilla como asumir cuánto es suficiente.

Sortear el poder mediático que nos bombardea con nuevos deseos no es sencillo, pero todo cambio empieza con echar cuentas. Cuánto pesa la ropa de nuestro armario; cuánta energía se consume en nuestro hogar; cuántos regalos se acumulan en estanterías y cajones; cuántos kilómetros recorremos por placer y su estela contaminante; cuánta carne podríamos sustituir por verduras y hortalizas; cuánto gastamos en ocio y caprichos tecnológicos Y así podríamos seguir hasta completar nuestro cuaderno de contabilidad ecológica en números. A  medida que nos quitamos peso de encima, nuestra realidad se hace más liviana y experimentamos su poder.

 

La gran verdad incómoda no es el cambio climático, eso es tan sólo el rojo escandaloso de la sangre de la herida planetaria. La verdad incómoda es reconocer que hay límites para nuestro comportamiento como civilización. Que hay límites para nuestra capacidad de consumir alimentos, bienes e incluso información. También hay límites para nuestra capacidad de ser felices, porque la vida no es una fuente de placer infinito.

 

 

 

Parte de la solución pasa por avivar el sentido espiritual o la interconexión vital con la Madre Tierra. La suficiencia colectiva exige abrazar la economía solar, la economía del decrecimiento y la economía basada en los límites termodinámicos.

 

 

 

No es sencillo rechazar los avances tecnológicos y sus cantos de sirena de que todo se solucionará. La solución plausible es afrontar la frugalidad vital para ser la solución colectiva. Ignoramos la sabiduría del pasado porque el mundo actual enfatiza las diferencias en lugar de acercarnos a lo que compartimos.

 

 

 

La verdadera libertad consiste en dedicar nuestro tiempo a mejorar nuestro entorno social y ecológico. Sólo multiplicando el número de individuos que sumen a favor de la austeridad se expandirá esa sensación de que somos capaces de conseguirlo. Que los pequeños cambios son poderosos es evidente, pero también lo es que se precisan cambios estructurales. Pero los gobiernos solamente reaccionan frente a la tenacidad de los individuos. Mientras seamos esclavos del poder económico, la única forma de debilitarlo es objetar del consumismo. Porque somos la solución al asumir la simplicidad vital. Todo cambio de paradigma sólo es posible con conciencia colectiva. Asumir que yo mismo soy la solución es una buena opción para empezar un año más el camino de la sociedad ecológica que garantice un futuro saludable para nuestros herederos.

Fuente: Jordi Miralles, de la Fundación Terra

 
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