8/01/2008 - 12:00h

Estados Unidos: la eólica offshore anima el debate político

Offshore
Es un asunto que ocupaba ya esporádicamente los medios de comunicación americanos desde 2003, pero que renace de nuevo con la publicación en el sitio TreeHugger.com, de una entrevista de Robert Whitcomb.
Esta entrevista se concede con motivo de la publicación de su obra relativo al gigantesco proyecto Cape Wind de granja eólica offshore (extraterritorial) frente a la costa de Nantucket, una de las regiones costeras de más alto copete de los Estados Unidos, cuna de la familia Kennedy (entre otras cosas) y también, en general, lugar de residencia privilegiada de lo que los americanos llaman los «méga ricos» y los «mega famosos». 

El título de la obra Cape Wind: money, celebrity, class, politics and the Battle for Our Energy Future on Nantucket Sound es bastante explícito. El libro y la entrevista describen en detalle la lucha encarnizada y las múltiples oposiciones encontradas por el industrial Jim Gordon, presidente de Capè Wind, para establecer sus primeros 130 palos frente a la costa de Cape Code. Con todo fue él mismo Gobierno americano quien había aumentado, en su informe del Departement de Energía apoyado por General Electric (A Framework for Offshore Wind Energy Development in the United States), las inmensas capacidades eólicas offshore de los Estados Unidos. Según este informe, la energía eólica offshore sería capaz «de proporcionar tanta potencia (900.000 megawatts) como la integralidad de las centrales eléctricas sin distinción de energías», del país. ¡Efectivamente es inquietante!

Sobre todo teniendo en cuenta que —no hay oportunidades para el «mega»— el yacimiento más constante se encuentra frente a la costa de la costa Noreste, es decir, precisamente allí donde se concentran las residencias y los clubes más elegantes del mundo. Todos estos centros turísticos de precio desorbitado —dónde se tiene la impresión que es necesario pagar un canon antes de pronunciar su nombre: ¡Long Island, East Hampton, Nantucket, Martha Wineyards, Fisher' s Island…—, estarían condenados a la "sórdida" proximidad de los enormes aeromotores offshore del proyecto Cape Wind. Robert Whitecomb revela a qué contorsiones están dispuestos algunos para obstaculizar su proyecto. 

El comportamiento de algunos hombres políticos parece sorprendente. Revela también —y es más importante— como lo que está en juego —en términos de creación de empleos en un país que tiene en gran parte necesidad (sobre todo la víspera de un vencimiento electoral importante), de estabilidad del coste de la energía en un contexto inflacionista constante y de independencia energética— podía, a pesar de todas las presiones, terminar por permitir al proyecto Cape Wind proporcionar a la Costa la mayor parte de su energía eléctrica por no decir su totalidad. Este asunto nos ofrece, en cualquier caso, un observatorio privilegiado sobre la forma en que la eólico offshore se discute en política en los Estados Unidos: ¡con tambores y trompetas!
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