21/07/2006 - 11:50h

Galicia: A vivir del aire

Razonablemente decidido a obtener ingresos extras para la nutrición de sus presupuestos, el Gobierno de Galicia está a punto de sacar dinero del mismísimo aire. Nada más lógico en un país donde estas magias forman parte de la vida cotidiana.
Estimuladas por la propia Xunta, las empresas que aspiran a la concesión de nuevos parques eólicos han ofrecido ya la donación de un 12 por ciento de sus beneficios com mérito adicional para que se les otorque el derecha a exportar los molinos de viento.

Aunque el viento y los molinos anden de por medio, no se trata de una actitud quijotesca por la parte que toca a las compañías, naturalmente. La desprendida oferta de los peticionarios responde más bien a la ingeniosa -y algo sibilina-redacción de la orden en la que la Consellería de Innovación fija las condiciones para el otorgamiento de las preceptivas licencias de ordeño del aire. Entre ellas, la innovadora consellería antes citada incluye una "especial valoración" de aquellas solicitudes que den "participación" al sector público.

Las empresas pretendientes han captado la sugerancia, y todas ellas agregan el pago voluntario de ese canon al contenido general de sus pliegos de demanda. Muchas se lo tomarán como un mera comisión de las que tan habituales resultan en el mundo de los negocios; y hasta puede que alguna encuentre razonable ceder una parte de sus beneficios como compensación por la licencia para el uso de los terrenos.

Poco hay de original en la medida, habida cuenta de que se trata de una especie de impuesto ecológico como los que se aplican en otros lugares de la Península y del mundo en general. Lo relamente novedosos es el método -tan sutil, tan gallego- que el bien llamado departamenteo de innovación del Gobierno autónomo ha empleado para conseguir que sean las propias empresas las que se ofrezca a pagarlo.

En el fondo, no es otra cosa que la aplicación de la viaja máxima "Amiguiños, si; pero a vaquiña polo que vale" de tan extensa y feliz tradición en las ferias ganaderas de Galicia. Toda explotación de un recurso natural, incluido el aire, implica un cierto grado de deterioro del medio ambiente, anque no más sea desde el punto de vista paisajístico. Parece lógico, por tanto, que los beneficiarios de esos aprovechamientos retornen una parte de sus ganancias a la caja común del país.

Gracias a la imaginativa idea que el Gobierno de este reino ha puesto en práctica con éxito más que aparente, los gallegos podríamos hacer realidad el viejo sueño de vivir -hasta cierto punto- del aire. Algo de eso podía decirse ya, en la medida que Galicia se ha convertido durante las dos últimas décadas en una de las primeras potencias de la Península y hasta del continente en materia de la energía eólica.

Cierto es que ese poderío aéreo no dejaba aquí los beneficios que por su contribución a las energías renovables y el uso extensivo de su territorio debieran corresponder en buena lógica a Galicia. La nueva política de concesiones corrige, en principio, es anomalía; y tan sólo es de desear que las empresas candidatas a sacarle megavatios al aire se estiren un poco más para ofrecer -por ejemplo- un 15 o un 20 por ciento de sus ganancias a cambio del aprovechamiento. Todo es cuestión de hablar.

La idea, además, podría extenderse a futuras explotaciones de otros recursos como, un suponer, los hidráulicos; y en general, a todos aquellos ramos de la actividad empresarial que dependan de una licencia administrativa.

Quien le iba a decir a Rosaía que su famosa evocación d elos "Airiños, airiños, aires" de esta tierra acabaría por trascender el campo de la lírica para convertirse en una metáfora y hasta una profecía de futuros negocios. Por una vez, y ojalá sirva de precedente, los gobernantes gallegos han preferido la Hacienda a la poesía.

Fuente: Anxel Vence, Faro de Vigo, 14 de Julio de 2006
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