Sin embargo, a diferencia de lo que ha ocurrido en Alemania, el crecimiento en España no se ha producido de un modo sostenible: si el gobierno quería conectar 371 MW solares a la red en 2010, en la actualidad hay casi 10 veces más potencia instalada, puesto que se superan los 3.300 MW. Como resultado, el gobierno ha recortado su política de ayudas el pasado de mes de septiembre al aprobar el Real Decreto 1578/2008.
A grandes rasgos, este recorte se ha traducido en paralizar el mercado durante seis meses debido al cambio regulatorio; reducir la retribución por la energía producida en un 30%; introducir una reducción progresiva de la retribución que puede superar el 10% anual; establecer un límite máximo anual de 500 MW durante los próximos años, con un nuevo registro para adjudicar esta potencia que complica la tramitación administrativa de los proyectos;y dividir el mercado en dos segmentos, uno para plantas solares en suelo y otro para instalaciones incorporadas a la edificiación, cuando más del 95% del mercado estaba orientado al suelo.
Con esas líneas generales, es evidente que el Gobierno ha decidido realizar una brusca reconversión del mercado solar en España. Esta reconversión que se ha combinado con la crisis financiera global, ha provocado un ajuste dramático para el tejido empresarial español que, desde entonces, ha perdido más de 20.000 empleos y está viendo cómo numerosas e importantes empresas abandonan el mercado solar para dedicarse a otras actividades. Algunas, lamentablemente, desaparecen.
Para comprender la historia de auge y desplome ocurrida en España hay que mencionar diversos elementos, algunos internos y otros externos, que se conjugaron durante el año pasado de un modo explosivo:
- Crecimiento de la producción global. Si en 2006 la industria fotovoltaica instaló 1.600 MW, en 2008 se superaron los 5.600 MW, un 350% más. España absorbió la gran mayoría de este enorme e inesperado incremento de capacidad productiva del muy globalizado mercado solar. Precisamente, la desaparición de la demanda española desde el verano pasado está sacudiendo con fuerza a varios eslabones de la cadena de valor de la tecnología en el ámbito global.
- Sin límite de potencia. Debido a una particularidad regulatoria, entre septiembre de 2007 y septiembre de 2008 en España no había una potencia máxima aa instalar para la tecnología fotovoltaica.
- Tarifa amplia. Para responder a los elevados precios del silicio, España aprobó una tarifa fotovoltaica sin reducción progresiva que se quedó alta cuando, fruto de la I+D y el aumento de la capacidad productiva, se redujeron los costes de la tecnología, permitiendo unos márgenes empresariales muy atractivos. Estos márgenes, además, presionaron al alza los precios de los equipos solares en todo el mundo.
-Financiación abundante. Como resultado de la crisis del verano de 2007 de las hipotecas subprime en EEUU -antesala del hundimiento de septiembre de 2008-, y de los elevados precios que alcanzó el petróleo, los inversores de todo el mundo buscaban productos seguros y rentables a largo plazo para protegerse de la inestabilidad bursil, y se fijaron en la fotovoltaica española. Las entidades financieras dieron grandes facilidades crediticias y, como resultado, en España se invirtieron en fotovoltaica más de 15.000 millones de euros sólo el año pasado. Hoy por hoy, conseguir esta afluencia de capital es prácticamente imposible.
- Centrales solares en suelo. La inmensa mayoría de la potencia instalada en España corresponde a grandes plantas en suelo, con decenas de MW instalados. Un modelo de mercado centrado en pequeñas instalaciones ubicadas en la edificación no hubiera permitido un crecimiento tan acelerado, súbito e insostenible. Por eso el gobierno español favorece la fotovoltaica en la edificación en la nueva norma y no es posible conectar nuevas plantas solares en regulación.
- Accesibilidad de la red. A pesar de que la situación no era óptima, el sistema eléctrico y las redes de distribución del país pudieron absorber el enorme volumen de instalación. Hoy, muchas de estas redes se han saturado y no es posible conectar nuevas plantas solares en extensas regiones del país.
-Tramitación administrativa. Muchas de las trabas burocráticas y las barreras administrativas de las administraciones regionales se suavizaron para permitir que se materializasen el gran volumen de inversión comprometido.
-Crisis inmobiliaria. De un modo independiente, pero paralelo, a la crisis norteamericana de las subprime, la propia crisis inmobiliaria española hizo que muchas empresas provenientes del sector de la construcción buscaran refugio y diversificación en el mercado fotovoltaico.
Hay otros elementos que ayudan a explicar la situación, pero los puntos anteriormente mencionados permiten explicar aceptablemente bien lo sucedido, cuya magnitud fue totalmente inesperada. Desde ASIF prevemos que el ajuste del sector fotovoltaico español a la nueva regulación se mantendrá hasta el segundo semestre de este año, momento en que el mercado solar nacional debería adquirir un ritmo de crecimiento estable, sostenido y sostenible. Con un volumen de mercado de 500 MW al año, España toadvía puede ser la segunda potencia fotovoltaica mundial, aunque le vuelva a ceder el testigo a Alemania.
Fuente: TecnoAmbiente