21/01/2008 - 09:55h

El Solar Impulse, un avión que funciona con energía solar

Sola Impulse.El Solar Impulse, un avión que funciona con energía solar, está dispuesto a volar durante 36 horas seguidas en 2009 y aspira a dar la vuelta al mundo en 2011. Bertrand Piccard, uno de los directores del proyecto Solar Impulse -junto a André Borschberg, el otro piloto- será el encargado de llevar a buen término esta aventura de vuelo «renovable».
 
Su abuelo fue el primer hombre que subió a la estratosfera en una cápsula presuriza colgada de un globo (llegó a 15.971 metros de altura en 1932). Y su padre es el único mortal, junto con Don Walsh, que ha descendido en un batiscafo hasta la máxima profundidad del océano, a casi 11.000 metros, en la Fosa de las Marianas, en el Pacífico. Vamos, que de casta le viene al galgo.

Y ya lo ha demostrado. En 1999 Bertrand fue el primero, junto al británico Brian Jones, que dio la vuelta al mundo en globo sin escalas. Ahora llega el reto del Solar Impulse, ¿utopía, ciencia ficción, insensatez? -Lo más insensato -dice Piccard- no es construir un avión que vuele día y noche sin consumir una sola gota de combustible, sino seguir creyendo que nuestra civilización podrá sobrevivir consumiendo un millón de toneladas de petróleo cada hora, algo que está destruyendo el planeta.

El 5 de noviembre, periodistas de todo el mundo se dieron cita en la base militar aérea de Dübendorf, cerca de Zurich (Suiza) para conocer la última hora de este proyecto que nació en 2004 y que está llamado a batir marcas. Físicas y mentales, porque no deja de tener mucho de simbólico el reto de sostenerse en el aire con un avión solar durante la noche. Y porque, si lo logran, parecerá más próximo el mito del vuelo perpetuo, eterno. Con el sol como testigo, por encima de las nubes.

Han tenido que pasar cuatro años de investigación para poder presentar por fin este artilugio que parece todo ala, con una envergadura de 61 metros -tanta como la de un Airbus A-340, capaz de transportar a unos 300 pasajeros- -pero con la ligereza de un ala delta, tal y como apunta André Borschberg. Con todo, podría haber sido aún mayor ya que los primeros diseños preveían una longitud entre los extremos de las alas de 80 metros. Cuando toda la energía con que va a contar el aparato es la producida por las células fotovoltaicas, se necesita mucha superficie para instalar estas células. Pero es vital conseguir ese espacio con el menor peso posible.

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