Gracias al empeño de un ingeniero español, varios pueblos de Latinoamérica consiguen con sol calentar su comida con una tecnología limpia y sin necesidad de usar la escasa leña de la zona
Cuenta José Angel Garrido que un día decidió poner a disposición de los perdedores de este mundo su tiempo y sus conocimientos. Comenzó por instalarse en el espacio justo, junto a sus bicis, un charango, las fotos de sus seres queridos, el equipo informático, una tabla de herramientas básicas de taller, muesras de sus creaciones técnicas, los libros necesarios y suficiente luz natural. Fue entonces cuando empezó a darle vueltas a la mente desde esa habilidad de los que intuyen cómo funcionarán las cosas antes de hacerlas y a caminar hacia una vida más simple, más resolutiva y más valiosa. Era el principio de un particular viaje que le llevaría a convertirse en una Persona No Gubernamental, es decir, a poner en marcha en solitario diferentes proyectos humanitarios, aunque siempre contando en el apoyo de otras personas y organizaciones.
Como amante de los grandes espacios y ávido de eperioencias con rendimientos sociales, organiza en 1993, junto con su hermano Roberto, dos amigos y 100 sherpas, toda la logística para retirar tres toneladas de basura de la emblemáatica montaña del Himalaya, el Everest y otras periféricas, bajándola a lomos de yaks hasta Katmandú para una gestión más apropiada. Inmediatamente después, casi sin tiempo para la alimatación, convoca a 600 escolares para hacer lo mismo en la sierra madrileña y en un fin de semana son siete las toneladas retiradas de emblemáticos espacios. Al año siguiente, también con su hermano Roberto, marca rumbo hacia el monte Aconcagua, de los Andes argentinos, y aprovechan para retirar una tonelada d residuos a lomos de mulas.
Es sólo el aperitivo de todo un periplo humanitario que vadesde pedalear 600 kilómetros con el fin de recaudar fondos para un hospital e Nepal hasta meter mano en proyectos educativos de base informática mediante el reciclaje de ordenadores con destino a Bolivia ya a varios hospitales de Madrid. En definitiva, unos viajes que le sirven para conocer más de cerca los valores, las virtudes y las necesidades de de los pueblos que va visitando.
TALLER DE FABRICACIÓN
En uno de los históricos encuentro solares de Benicarló, aparece en busca de experiencias vinculadds con la cocción de alimentos mediante la utilización de la energía del sol. Desde elprimer momento, se siente cautivado por la utilidad del proyecto, ya que una de las cosas que había podido comprobar durante sus vivencias e que la leá cada vez está menos o no esetá, mientras que el sol está casis siempre. De golpe, el ingeniero mecánico, sin enfrentarse a complicación técnica alguna dado su currículum, pero sí a un reto, encuentra la horma para sus conocimientos, sus habilidades y las necesidades de otros seres humanos. Le sale entonces el instinto de inventor con varias distinciones internacionales, como cuando presentó un sistema para detectar la rotura de la cadena de frío en los alimentos congelados o como cuando aprendió a diseñar soluciones y máquinas desde cero aplicando sistemas neumáticos, hidráulicos y electrónicos. Pero,al mismo tiempo, se despierta en él la consigna de que hay que hacer todo lo mejor posible. Así, en el año 2004 -gracias al proyecto Solín y junto a Pilar Herráez- recorre Bolivia y Argentina en bicicleta impartiendo un buen número de talleres donde enseña a fabricar hornos solares con materiales locales. Vuelven juntos un año más tarde, esta vez con un proyecto llamado Inti -sol en quechua-, y en Potosí ponen en funcionamiento un pequeño taller de fabricación de cocinas solares parabólicas que en la actualidad sigue funcionando de forma autosuficiente. Para ello se inspira en los desarrollos técnicos y culturales del diseñador alemán de estas cocinas, el doctor Dieter Seifert, pero adaptándolos y moificándolos teniendo en cuenta las posibilidades de la zona.
En una permanencia de cinco mees en Bolivia, que culmina a principios de 2007, pone en marcha dos nuevos talleres de fabricación de cocinas parabólicas desde el proyecto Tambo. Y hace unos meses se concluye el proyecto Chiclayo, en Perú, con otro nuevo taller de cocinas y preparación de maquinaria específica para suministrar a otros proyectos en curso.
ELECCIÓN DE LA ZONA
Durante el desarrollo del proyecto Solín en el año 2004,al recorrer la zona boliviana de Potosí montado en su bicicleta, José Ángel sintió que aquéllos eran los lugares idóneos para llevar a cabo la puesta en funcionamiento de estas cocinas solares por muchas razones. En primer lugar, se trataba de zonas tremendamente deforestadas, a una altura de más de 4.000 metros sobre el nivel del mar, con una pureza de cielos muy grande debida, precisamente a esa altura y a la cercanía del Ecuador. Pero, además, tenían un nivel demográfico muy bajo y estaban muy mal comunicadas o, para ser más precisos, incomunicadas. Hasta tal punto era dura su situación que las mujeres de las aldeas podían llegar a caminar ocho horas al día en busca de leña.
FINANCIACIÓN Y TRANSPORTE
De vuelta a Madrid, decidió desarrollarla idea, empezando por la financiación, de la que se encargó el Ayuntamiento de Alcobendas. Con el proyecto bajo el brazo y su Mac portátil, partió junto con Pilar Herráez hacia Potosí. Primero, contactaron con un profesional metal-mecánico formado de manera autodidacta y originario de las pobres zonas del norte de Potosí, con el que empezaron a construir un taller de adobe con instalación eléctrica.
En paralelo, se fueron diseñando y montando las diferentes máquinas para la fabricación de los componentes de la cocina solar en función de la escasa oferta disponible. Por otra parte, en viajes tortuosos y peligrosos hasta la Paz, se hicieron las indagaciones necesarias para conseguir la lámina de aluminio de alta reflexión, parte clave para la generación de la reflexión de la radiación solar que llega a la superficie de la parábola y es dirigida al punto focal donde se encuentra el recipiente con los alimentos. Hay que tener en cuenta que Bolivia es el país más pobre de Latinoamérica y la oferta industrial es muy limitada. Pero aún así, consiguieron poner en funcionamiento el taller, con máquinas y un personal formado en la fabricación de cocinas que en la actualidad ya ha producido 200 unidades.
Decidir el destino de esas cocinas fue, posiblemente, la parte más difícil. No disponían de mapas ni de medios para acceder a las aldeas, y los planos de la zona que consiguieron a través del Instituto Cartográfico no inducían al optimismo. Veían que, a partir del río Pilcomayo, las líneas de nivel se acercaban amenazadoras, lo que implicaba que la geografía era muy dura escarpada y con alturas de casi 6.000metros. Todo ello sin caminos definidos y sin saber hacia dónde ir, pues se trataba de núcleos de población de 30personas como mucho, diseminados sin orden ni concierto.
Se les ocurrió entrar en contacto con la Federación de Maestros Rurales, esos héroes anónimos universales. A través de ellos, consiguieron coordinar los diferentes núcleos de población. En algunos casos, se ayudaron de un 4x4 para avanzar por un camino que seguía el curso del río aprovechando la estación seca, ya que durante las lluvias esos pueblos quedan frecuentemente incomunicados.
El broche se consiguió mediante un convenio que firmaron con la Municipalidad de Tinguipaya, un ayuntamiento del que dependen gran parte de esos núcleos poblacionales. Este ayuntamiento aporta al taller determinada cantidad de dinero cada año para proseguir con la fabricación de las cocinas solares y ellos, a su vez, reciben como contrapartida de los pobladores algún tipo de aportación económica o trabajos comunitarios, como la construcción de caminos, huertos en las escuelas rurales o actividades similares. Mientras, muchos días del año, el sol entrega su servicio energético a los usuarios de la fascinante tecnología.
CON TÉCNICA Y PASSIÓN
En estos momentos José Ángel trabaja en un libro divulgativo a modo de manual de trabajo asequible para entidades y organizaciones locales con capacidad para poner en marcha nuevos centros de fabricación de esta tecnología en Latinoamérica. Una iniciativa más que responde a su anhelo de que las cocinas y los hornos solares se popularicen en regiones donde la pobreza es la tónica general; el combustible, escaso y caro; y el acceso a la leña, difícil o muy costoso. Y si el periplo comentado hasta ahora ha servido para presentarlo como un ecohéroe para el rediseño del mundo y para inspirar el activismo ciudadano, también le ha valido el premio Sol Y Paz. Su ingenio, su técnica, pero también su pasión, han hecho posible el fomento de la cocina solar, esa sorprendente y simple tecnología que, al colocarla mirando al sol, obtiene servicios energéticos limpios y renovables mientras en el caldero las viandas se procesan para facilitar digestiones y placeres básicos y vitales. Y todo ello, sin emitir gases que aceleren el cambio del clima en un momento, el presente, en el que más de 2.000 millones de personas utilizan leña para cocinar lo que comen.
Fuente: Revista Integral núm. 342