El microorganismo, aislado en muestras de agua del Mediterráneo, en el Observatorio Microbiano de la Bahía de Blanes del CSIC, en Girona, fue denominado Polaribacter debido a que está relacionado con bacterias que se habían detectado con anterioridad en muestras de regiones polares. Polaribacter sp. MED152 puede captar la energía de la luz porque sintetiza una proteína llamada proteorodopsina y un pigmento retinal, similar al de la retina de los seres humanos, según publica el último número de la revista
Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias estadounidense (PNAS).
El investigador del CSIC Carles Pedrós-Alió explica: -Se sabe que estas bacterias estarían adaptadas a vivir en dos tipos de entornos. En el primero, se encontrarían adheridas a partículas de materia orgánica donde metabolizarían sustancias muy complejas. Cuando no encuentran alimentos, las células de Polaribacter se trasladarían a la columna de agua lanzándose a una travesía en el desierto durante la que serían capaces de obtener energía de la luz para sobrevivir.
Concentración de CO2 y cambio global
Algunos estudios moleculares recientes demuestran que el tipo de microorganismo que describe PNAS, perteneciente a las flavobacterias, es muy abundante en la superficie de los océanos. El hallazgo tiene implicaciones sobre el papel que juegan las bacterias marinas en la regulación de la concentración de CO2 en la atmósfera y los mecanismos implicados en el cambio global.
La fijación de dióxido de carbono y la formación de oxígeno en los océanos suponen cerca de la mitad de la fotosíntesis global terrestre. Las cianobacterias, algas y bacterias fotosintéticas, se encargan de este proceso y son el grupo de bacterias más estudiadas. Las proteobacterias, por el contrario, se han especializado en alimentarse de sustancias orgánicas muy sencillas. -Este trabajo ayudaría a conocer las estrategias y el comportamiento de las flavobacterias, el tercer gran grupo de bacterias marinas y el más desconocido, señala Pedrós-Alió.
En el equipo científico internacional, además de los investigadores del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC), en Barcelona, han colaborado los biólogos de la Universidad de la Laguna, en Santa Cruz deTenerife y los de la Universidad de Kalmar, en Suecia.