Kyoto es, para el lenguaje empresarial, mucho más que una ciudad donde hacer grandes negocios. Su significado tiene un mayor calado desde diciembre de 1997 y, aún más, durante el último año. Esta urbe japonesa acogió hace algo más de ocho años, una conferencia de la ONU cuyo objetivo era sacar adelante un acuerdo internacional de lucha contra el cambio climático.
'Fue una reunión larga y difícil', reconocía años después el diplomático argentino Raúl Estrada, en la Conferencia del Clima de Buenos Aires. Estrada fue el artífice del Protocolo de Kyoto, su padre espiritual, quien concibió el texto y quien logró desbloquear las negociaciones en Japón.
Cien gobiernos de todo el mundo firmaron el pacto, que en la práctica constituye un instrumento legal internacional para luchar contra el cambio climático.
Aunque la mediación de Estrada logró sacar adelante el texto, fueron necesarios otros siete años para materializar su entrada en vigor. El acuerdo tenía que ser ratificado por un conjunto de países, responsables del 55% de las emisiones contaminantes mundiales de gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento global -el principal es el dióxido de carbono (CO2)-.
Con la incorporación de Rusia, que emite el 17% del CO2 mundial, se garantizó la ratificación. Gracias al apoyo ruso y pese a la negativa de Estados Unidos a adherirse al acuerdo, los objetivos de Kyoto entraron en vigor en febrero de 2005.
¿ Qué implica este gran pacto verde internacional ? Los países firmantes tienen que conseguir una reducción mundial de las emisiones del 5.2% entre 2008 y 2012, frente a los niveles de 1990. A Europa le toca un objetivo denominado de burbuja: tiene que reducir un 8% en ese periodo, pero ha repartido entre los Estados miembros el esfuerzo para cumplirlo.
En el caso español, el objetivo es limitar el aumento de las emisiones a un 15% entre 2008 y 2012, respecto a 1990. Sin embargo, España ya supera en un 45% este nivel, lo que le sitúa como uno de los países europeos más incumplidores del Protocolo.
La UE diseñó un sistema para suavizar el impacto del acuerdo sobre las empresas, queha multiplicado los negocios en torno a Kyoto. Es la bolsa de emisiones contaminantes, que se puso en marcha en energo de 2005.
Las empresas reciben una asignación de derechos de CO2. Para ajustarse a ella, pueden acudir al parqué europeo a comprar derechos; realizar proyectos limpios en Latinoamérica, Europa del Este y el norte de África, que generen créditos de CO2, o invertir en el fondo de carbono, un instrumento promovido por el Gobierno español y el Banco Mundial.
En españa, hay 957 instalaciones industriales afectadas por el Plan Nacional de Asignación (PNA), que recibieron 174 millones de toneladas de CO2 para afrontar el primer año de la bolsa de contaminación. EStos días, las comunidades autónomas están analizando el balance de 2005 para determinar cuántas empresas han superado los objetivos fijados por el PNA.
El éxito o fracaso del primer año del parqué de CO2 es la única incertidumbre, en torno al cumplimiento de Kyoto. En España, el Ministerio de Medio Ambiente ya ha empezado a negociar el segundo plan de Kyoto, para el periodo de 2008 - 2012. El fuete recorte en el reparto de CO2, unido al evidente déficit de derechos de emisión que sufren las compañías, desembocaráa en un elevado coste empresarial del futuro plan de Kyoto, que asciende a unos 70.000 millones de euros en cinco años.
La otra incertidumbre en torno al cambio climático se centra en la negociación de los objetivos a largo plazo de reducción de emisiones, a partir de 2012. Será el inicio de la nueva era postKyoto.
La Agencia Internacional de la Energía prevé que en 2030 se habrá producido un incremento de la demanda energética de un 50%, frente a los niveles actuales. Esto supondrá que las emisiones de dióxido de carbono aumentarán un 52%. Ésta es la situación de partida para una compleja negociación en ciernes: los nuevos objetivos de reducción de la contaminación a partir de 2012, último año fijado para cumplir el Protocolo de Kyoto vigente.
La última Conferencia del Clima de Naciones Unidas, celebrada en diciembre de 2005 en la ciudad canadiense de Montreal, supuso el arranque formal de tales negociaciones a las que, no obstante, les restan varios años para concretarse en unos objetivos cuantitativos. Aunque EStados Unidos suavizó en parte su postura en la última cita de la ONU, seguirá sin ratificar el Protocolo. Algo que en Montreal fue abiertamente criticado por el ex-presidente de EEUU, Bill Clinton, que calificó la política de cambio climático de la administración Bush como 'un apartado erróneo'. Por suparte, España defiende el establecimiento de unos objetivos per cápita de reducción de las emisiones contaminantes, algo que mejoraría su posicionamiento para cumplir con Kyoto.
En el ámbito empresarial, mientras tanto, queda una gran asignatura pendiente: la maduración de la bolsa europea de contaminación. De momento, este parqué está limitado asi exclusivamente a los grandes grupos energéticos, mientras que las industrias de tamaño mediano y pequeño se resisten a entrar en la bolsa de CO2 (en parte, por el desconocimiento que tienen del mercado), en la que la tonelada de dicho gas está cotizando a niveles de 27 euros.
Fuente: 8 de marzo de 2006