Recursos hídricos: ahorrando agua ahorramos energía; y si queremos ahorrar agua, también deberemos ahorrar energía
Algo en lo que no caen muchos es en que el consumo de agua potable no significa solamente un consumo de los recursos hídricos.
Cuando abrimos el grifo, estamos poniendo en marcha una serie de bombas hidráulicas que son necesarias para mover todo el caudal de agua desde el lugar donde está almacenada, fuera de la ciudad, hasta nuestro piso.
Podemos pensar que hay un montón de agua disponible, sobre todo en los lugares donde llueve, pero la verdad es que si nos ponemos a analizar cuánta es el agua potable que está a nuestra disposición, el cuadro cambia bastante.
Refresquemos un poco la memoria: el 97% del agua sobre la superficie de la Tierra es agua salada; sólo el 3% restante es agua dulce. De ese 3%, el 2% está congelada en los polos. De este 1% que queda, dos terceras partes está bajo la superficie y sólo la tercera parte está se encuentra en la superficie. Del agua subterránea, la mitad está demasiado profunda o salina, y otro cuarto está contaminada.
La mitad del agua dulce de la superficie está demasiado contaminada para ser tratada. La parte no contaminada, y no salina de las aguas subterráneas y superficiales es lo realmente tenemos a disposición. Es decir, como mucho, un 0,5% del agua total de la tierra está a nuestra disposición para TODO.
¿ Y qué es lo que tenemos que hacer para reducir el gasto de ese pequeño y precioso porcentaje de líquido elemento? Pues según Watson, aumentar nuestra eficiencia energética en todos los campos. Uno de los usos de agua dulce que mayor cantidad consume no es el consumo humano directo, como podríamos pensar, sino la producción de energía. Donde más se utiliza es en las minas y en las centrales de generación, que necesitan refrigerar. Una disminución del consumo de energía en un 30% en EEUU, significaría un ahorro de agua equivalente al uso anual de toda la red de agua potable en ese mismo país.