La planta, cuya construcción costó cerca de 3.200 millones de yenes (casi 31 millones de dólares), procesa cerca de 40 toneladas diarias de residuos, aunque, según sus promotores, tiene capacidad para 200. Una vez finalizada la clasificación, se utilizan las proteínas de algunos de los alimentos residuales para la fabricación de pienso para animales, especialmente cerdos y gallinas, y con lo que sobra, se fabrica fertilizante para campos de cultivo.
Además, la misma empresa que recicla los alimentos dispone de campos en los que se cultivan vegetales como alcachofas, coles, maíz o zanahorias que posteriormente se comercializan o se utilizan para la fabricación de varios productos, como es el caso de zumos.
Pero los opositores a esta fábrica, que los hay, denuncian que se trata de una idea descabellada y poco higiénica. Sin embargo, para los responsables de la planta se trata de una opción más ecológica y sostenible, con la que aportan su pequeño grano de arena para que Japón lidere la lucha contra el calentamiento global. Lo cierto es que, si este proyecto piloto tiene éxito, podría acabar por reciclar las más de 22 millones de toneladas de desechos alimentarios que se generan cada año en Japón.
Fuente:
Consumer Eroski.